Capítulo 27 - El ritual de la encarnación

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Despertar en medio de una pesadilla era como vivir un infierno en vida. Florencia era la protagonista de una noche que no olvidaría jamás, y que quizás fuera la última que debería soportar. Estaba en medio de una sala en penumbras, vestida con un camisón que simulaba una mortaja, y a su alrededor muchas personas en círculos con sus capas negras, capuchas, y esas máscaras blancas que tanto horror le causaban desde el día en que su tormento comenzó. Eran ellos, al fin la habían atrapado, y la tenían en una mesa de piedra incómoda de la que no podía escapar. Unas esposas herrumbradas la mantenían atada a ella. Sus gritos se ahogaban en ecos de silencio que no eran oídos por nadie que quisiera auxiliarla. Siquiera su amigo, Guillermo, quien le había jurado amor y fidelidad y ahora era parte de esa ronda diabólica que presenciaba su desesperación con la mayor apatía posible.

—¡Guillermo, hacé algo! ¡Ayudame por favor! —gritaba entre lágrimas. Ni siquiera él quería ayudarla—. ¡Ayudame, Guillermo!

—Perdón, Flor —le respondió él con una voz calma que paralizó su corazón.

—¿Qué? —Flor no podía creer su traición—. ¿Vos estabas en complot con esta gente? Fuiste vos... siempre fuiste vos. ¡Vos mataste a Lucas! ¡Hijo de puta!

Florencia estaba enfurecida, se sentía impotente por haber creído todas las mentiras de Guillermo. Pero se había dado cuenta de la verdad muy tarde. Ya nada podía hacer más que aguardar el calvario que se avecinaba detrás de una capa roja y máscara blanca, el cual portaba consigo un libro antiguo y un picahielos en otra mano. Su presencia le generaba escalofríos.

Del otro lado otros traían el cuadro de la niña que tanto le estremecía.

—Estamos hoy aquí reunidos para presenciar un milagro —comenzó diciendo Simón detrás de su máscara—. un milagro que está en nuestras manos que se realice, y para ello es necesario un sacrificio, para volver a encarnar en este plano.

«¿Un sacrificio?» pensó Florencia extremadamente asustada.

—¡¿Qué mierda van a hacerme?! ¡Déjenme ir manga de locos! —les gritó, pero sus palabras eran ignoradas por todos—. ¡Son unos enfermos de mierda!

—Durante muchos años mi querida madre, Clara García de Zúñiga ha ansiado reencarnar para cobrar venganza y demostrar que podemos ser dioses. Podemos controlar el alma para hacerla y deshacerla a nuestro antojo, y hoy, ese milagro está en la palma de la mano, reclamando justicia. Pero no hay justicia sin sacrificio, y hoy daremos un alma por otra para que nuestro milagro se concrete. Le demostraremos al mundo que podemos ser más que dioses, y volver a la vida a los muertos. Hoy son todos privilegiados de presenciar el acto más milagroso de sus vidas.

«¿Clara García de Zúñiga?» se preguntó Florencia. Pronto recordó que era la misma niña de la historia, la del cuadro embrujado que ahora la miraba atentamente. Aquella mujer que murió encerrada y juró venganza.

—Hoy mi madre clama justicia por todos los que en nombre de la ambición acabaron con su vida. Hoy, ella tomará el martillo con sus manos y hará pedazos a sus enemigos, así como ellos lo hicieron con ella. Hoy viene a reclamar un nuevo cuerpo, uno que será suyo y le dará una nueva oportunidad de vivir para vengarse.

Florencia estaba desesperada. Asustada en medio de un festín infernal en el que ella era la presa para un fin macabro. Nadie escuchaba sus gritos. Sus pedidos de clemencia eran ahogados en ecos de soledad, en el llanto producto de la traición que la veía a los ojos sin el menor remordimiento.

Sus lamentos pronto se convirtieron en alaridos de miedo, dolor, de retorcerse ante la falta de aire que le significaba la tortura extrema a la que sería torturada. Simón con la mayor impunidad comenzó a perforar una de las esquinas superiores de su ojo, sacándolo de órbita de inmediato. Estaba siendo sometida a una lobotomía en la que podía sentir cómo el picahielos rasgaba su cabeza hasta llegar a su cerebro y dejaba un charco de sangre que se desprendían como un mar de lágrimas mientras gritaba sin poder hacer nada para detener ese atropello. Su visión se teñía de carmesí, por su rostro sentía la sangre vistiendo a su semblante de horror, a medida que sentía su ojo salirse de órbita bajo un dolor impresionante que la hacía estremecer.

Sombras en la noche (#SdV 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora