Capítulo 21 - Un nuevo hogar

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La última noche en la pensión fue tranquila, si es que se le podía llamar de alguna manera. Y es que para algunos no lo era. Florencia no podía dormir con lo que había pasado en todo el día. Creyó tener la respuesta a todo, pero terminó con más dudas de las que ya poseía. Por más vueltas que diera en la cama no conseguía calmarse. El fantasma de Lucas y lo que ocurrió aquella noche en el orfanato abandonado la estaban persiguiendo incluso en la habitación de Lucía.

—Flor, ¿estás bien? —preguntó Lucía incorporándose al verla tan inquieta.

—No, es que... hay pila de cosas dando vuelta en mi cabeza —susurró la joven.

—¿Como cuáles?

—La muerte de Lucas. Hay cosas que no me quedan claras, y creo que juzgué mal a Guillermo —expresó Florencia con una cuota de culpabilidad en su voz.

—¿Por qué?

—Es que... hablé con Lucas, y él me dijo que Guillermo lo asesinó. Fui a preguntarle qué había pasado esa noche en el orfanato y después cuando fueron a buscarlo, y... creo que la cagué, Lucía.

—Lo culpaste en vez de preguntarle, ¿no?

—Algo así... sí. Fui una estúpida.

—No, solo tenés dudas. Pero decime una cosa, ¿cómo es eso de que hablaste con Lucas? —Lucía estaba intrigada por aquello que dijo.

—Fue a través de una tabla que tenía todas las letras, y un fichero se iba moviendo de una a la otra. Fue tremendo porque yo no moví nada, y pude sentir la presencia de él conmigo.

—¡¿Usaste una tabla ouija?!

—No sé cómo se llama.

—Esas cosas son muy peligrosas, Flor. Va en contra de Dios usar eso y molestar a los muertos. ¿Cómo sabés si hablaste con Lucas o con alguien más? —Lucía elevó el grito en el cielo como nunca antes la habían sentido—. ¡Fue muy irresponsable la persona que te dio eso! No es ningún juego.

—¡Yo sé! ¡Yo sé! La señora me advirtió que no lo hiciera sola, pero entendeme, tenía que hablar con él. Necesitaba saber lo que había pasado —le expresó entre lágrimas.

—Bueno, tá. Tranquila. No llores —Lucía bajó la guardia y se acercó para abrazarla—. Es entendible que lo hayas hecho, pero no podés jugar con esas cosas. A los muertos hay que dejarlos descansar en paz.

Lucía se quedó abrazando a Florencia hasta que a la última le ganó el cansancio y finalmente el sueño le llegó a Lucía también. Era extraño, pero había un sentimiento de pesar en ellas que las unía cada vez más, a tal punto que Lucía la veía como la hermana menor que nunca tuvo. Una hermana que le daba pena tener que despedirse y ya no verla todos los días como solía hacerlo desde hacía un tiempo.

Las horas fueron pasando y el sol volvió a asomarse como todos los días. Era la mañana que muchos no querían, principalmente Lucía, quien a primera hora ya estaba agarrando sus pertenencias para partir hacia su nuevo hogar. Fuera de la pensión la esperaba un auto negro lujoso y su chofer. Pero dentro estaban las caras de penuria de Lorenzo y su madre, quien tenían la pequeña llama de esperanza que Lucía retrocediera en su decisión.

Signorina, per favore. Non andare in quella casa —insistió Lorenzo una vez más—. Quédese aquí.

—Lorenzo, voy a venir siempre a verlos, lo prometo. Pero esto lo hago por dos criaturas que me necesitan. Espero que por favor me entiendan. No me perdonaría si algo les pasara.

Sentiremo tua falta —agregó Alicia secándose las lágrimas.

—Yo también. Pero no llore, Alicia. Voy a venir siempre, eso se los juro. Ahora tengo que irme. Afuera me están esperando.

Sombras en la noche (#SdV 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora