Capítulo 44 - Las máscaras caen

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Aunque una radiante luna de plata se alzara en el cielo estrellado, la niebla se esparcía por todo el bosque por donde Santiago intentaba escapar. El muchacho corría desesperado sin rumbo, sintiendo unos pasos acercándose a gran velocidad hacia él. Casi podía sentirlos respirándole la nuca y causando un escalofrío mortal que no lo dejaba razonar. Luchaba contra sí mismo. Contra el control al que había sido sometido por su captor durante todo ese tiempo y del que aún no podía escapar. Sabía que una parte de su alma le pertenecía a las fuerzas oscuras que lo atormentaban día y noche si osaba siquiera con volver a recordar quién había sido en el pasado. Ante el albor platinado del bosque se reflejaban las siluetas provenientes del infierno que correteaban entre risas amenazando con alcanzarlo y apoderarse definitivamente de su alma. El diablo estaba detrás de él. Santiago percibía sus burlas en la lejanía y los pasos de una bestia acercándose como una embestida hacia él. Santiago corría, y corría sin rumbo, solo quería escapar pero cuanto más lo intentaba, más perdido se sentía en un callejón sin salida. El bosque se volvía inhóspito y con una neblina que no dejaba distinguir más allá de sus propias narices cuanto más intentara huir de él. La desesperación era inminente, le ahogaba. Quería gritar pero nadie lo iba a oír. Ni siquiera él podía sentir el eco de su conciencia gritando por salir del olvido al que había sido condenado.

La niebla cada vez se hacía más espesa impidiendo su camino hacia la libertad. El blanco de la neblina era tan opresivo como la oscuridad en su mente. El vacío tenía dos caras y un rey tan sombrío como la noche que vigilaba cada paso que daba. Las siluetas oscuras detrás de él, yendo y viniendo de un lado a otro lo confundían; lo aterrorizaban al punto de hacer que tropiece y se golpeara la cabeza contra uno de los enormes árboles que contemplaban cómo su vista se convertía en estrellas y se iba volviendo cada vez más, y más oscura. Lo último que percibió antes de quedarse inconsciente fue a Lorenzo acercándose rápidamente a socorrerlo, y sus palabras que se diluían conforme cerraba sus ojos: ¡Santiago! ¡Respóndeme! Calmati, starai bene.


***

Al recuperar la conciencia reconoció estar llegando a un lugar que le resultaba familiar como un dejavú de lo que parecía ser una vida pasada, en el que habían personas que se mostraban preocupadas por él, pero todos bastante emocionados al verlo. A su lado estaba Lorenzo, quien lo había rescatado del bosque. Sentía las voces de todo el mundo como un eco lejano que retumbaba en su mente mientras intentaba despertar de un largo letargo. Santiago había regresado a casa aunque no lo supiera.

Las lágrimas caían por los rostros de todos los que en el conventillo se alegraban de verlo con vida. Uno de ellos era Alicia quien rápidamente se acercó a su hijo para saber lo que estaba pasando.

Figlio! Figlio...per l'amor di Dio dimmi cosa sta succedendo, per favore! —le suplicó su madre mientras entregaban a Santiago junto a sus padres—. Dov'era il bambino? Non sapevamo nulla di lui. Pensavamo fosse morto!

Mamma, calmati. Non posso parlare ora. C'è un'altra vita in pericolo —le advirtió Lorenzo temiendo por la vida de Florencia con cada minuto que pasaba—. Ti chiedo solo di non lasciare che Guillermo gli si avvicini, per favore.

Ma... ma, perché?! Cosa succede, Lorenzo?

—Guillermo non può essere vicino a Santiago —insistió Lorenzo. Sabía que ya no podían confiar en Guillermo—. Promettimi che ti prenderai cura di lui.

Va bene! Va bene! Ma per favore, prenditi cura di te. Io morirò se ti succede qualcosa —le pidió Alicia entre lágrimas.

Non preoccuparti, mamma. So come prendermi cura di me stesso.

Sombras en la noche (#SdV 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora