Capítulo 57 - Fin del juego

10 3 0
                                    

Un golpeteo fuerte despertó a Lorenzo. Estaba todo oscuro, era de noche, pero aún se alcanzaba a ver algo de lo que acontecía a su alrededor. Tal vez mucho más de lo que quisiera. Pues cuando quiso darse cuenta, el cuerpo de su madre había rodado escaleras abajo y caído justo a su lado sin ningún rastro de vida.

—¡Mamá! —gritó con los ojos llorosos.

—Me torcí toda cargándola —dijo Nora acomodándose la espalda—. ¡Pesa una tonelada!

—¡¿Perché?! ¡¿Perché lo hizo?! —Lorenzo no paraba de llorar al ver a su madre sin vida a su lado y sin poder hacer nada más que observarla.

—Ella se lo buscó. Le dije varias veces que se fuera, que no estabas acá y vino a amenazarme con un arma. Ella solita se buscó ese final.

Lorenzo no paraba de llorar abrazado a su madre mientras los demás lo miraban con pena, excepto Nora.

—¿Va a dejar el cuerpo acá? —preguntó Guillermo.

—¿Y qué querés que haga? ¿Que lo deje en exhibición allá arriba? Además espero que le sirva de recordatorio para no volver a hacerse el vivo con nosotros. Cuando vea a su madre pudriéndose y comida por los gusanos no le van a quedar ganas de hacerse el gallito —dijo Nora con total frialdad en sus palabras—. Ahora vigilalos acá que yo tengo un asunto pendiente allá arriba.

Nora se fue rápido dejando a Guillermo a cargo de tres rehenes y el cuerpo de una persona muerta que conocía muy bien. A pesar de todo, le afectaba verla así. Con los ojos vacíos de vida mirando hacia la nada misma, y envuelta en un rastro de sangre que arrastraba desde la entrada. Aquella mujer lo había criado junto a sus padres; lo había visto crecer, por más frío que fuera, no podía negar que le impresionaba verla así.

—Intenté hacer que se alejara pero insistió —dijo Guillermo con la voz casi quebrándose—. Tendría que haberse mantenido al margen.

Tu non sei migliore che ellos —le respondió Lorenzo con rabia en los ojos—. Sei colpevole también della sua morte —sentenció entre lágrimas.

Guillermo solo se quedó en silencio sin más que decir.


***

Nora entró a la casona sin esperar lo que en el segundo piso le esperaba. El silencio era abrumador, y aún más cuando su hijo no respondió a su llamado.

—Manuel... Manuel.

En las sombras se escondía Antonia junto a los niños que seguían atentos sus pasos.

Los pasos de aquella mujer subiendo las escaleras retumbaban como una estampida que avanzaba en cámara lenta. Por su mente no cabía la imagen de Manuel tumbado en el piso en medio de un charco de sangre. Al verlo allí, inconsciente y sin rastro de vida no lo pudo creer.

—¿Manuel? —Nora se quedó helada contemplándolo. No sabía qué hacer ni cómo reaccionar. Su mente quería bloquear la imagen que la realidad le devolvía—. ¡Manuel! Levantate —nadie le respondía, y sus ojos poco a poco se iban poniendo llorosos—. Manuel... no... —se fue acercando a él hasta arrodillarse a su lado y finalmente darse cuenta que estaba muerto—. ¡¿Qué te hicieron?! ¡Hijos de puta! ¡Malditos! ¡¿Qué te hicieron?! —gritaba Nora abrazada a su cuerpo.


***

Antonia junto a los niños había aprovechado el momento de escapar de la mansión hacia el patio trasero. Pero no iba a llevarlos al peligro nuevamente. Los escondió entre los árboles que rodeaban al lugar, aprovechando la noche nadie los vería.

Sombras en la noche (#SdV 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora