Capítulo 9 - El beso prohibido

12 3 0
                                    

Las horas fueron pasando normal —si es que de algún modo se pudieran llamar así—, hasta que había llegado la hora en que Lucía debía irse. Pero primero tenía que pasar por la oficina de Manuel, quien la esperaba con su simpatía forzada de siempre.

—¡Lucía! Pase, tome asiento, por favor.

—Gracias.

—Quería hablar con usted sobre lo que acordamos ayer. ¿Pudo averiguar qué necesitan en la pensión? ¿Algo en que pueda ayudar?

—Creo que no debería preocuparse de eso, señor.

—Insisto. Sí debo porque al fin y al cabo ocurrió en un lugar del que mi familia era responsable, así que dígame sin miedo —aseguró Manuel—. Mire, no se preocupe que esto no tiene nada que ver con usted, ni le voy a descontar de su sueldo ni nada.

—No es eso, es que... —Manuel rápidamente la interrumpió.

—Es que nada, Lucía. Por favor, en lo que pueda ayudar yo encantado. De verdad me siento responsable.

—Bueno... ya se aproxima el funeral de Lucas, el niño que encontraron muerto, y no tenemos para pagarle el entierro. Capaz si juntamos entre todos nos dé.

—No hace falta. Insisto en hacerme cargo de todos los gastos.

—Muchas gracias, señor Ferreira. Es usted muy generoso —dijo ella.

—Llamame Manuel —respondió él con una sonrisa seductora.

—Bueno... Manuel. Si no necesita nada más de mí, me tengo que ir. Sus hijos quedaron allá arriba haciendo deberes —agregó Lucía esquivando a aquel tipo que no le caía muy en gracia—. Buenas noches, hasta mañana.

Apenas Lucía se fue, el semblante de Manuel cambió de una sonrisa picaresca y dulce a una cara asesina dispuesto a acabar con el primero que se pusiera por delante. Y lastimosamente, esos eran sus niños. A quienes fue a visitar a su cuarto y vio que efectivamente estaban haciendo sus tareas para el jardín. Pero eso no le importó para interrumpirles y amenazarles nuevamente.

—Quiero hablar con ustedes —dijo Manuel cerrando la puerta detrás suyo—. Vi lo que le hicieron hoy a Lucía... fueron muy malos con ella en el patio. ¿Qué les dije de portarse mal con las niñeras?

—Perdón, papá. No va a volver a pasar —aseguró Martina con una voz temblorosa.

—¿Y vos, Mateo? Te gusta hacerte el machito con tus niñeras, ¿no? —le preguntó arremangándose la camisa en un tono inquietante. Mateo no respondió, siquiera se atrevía a mirarlo—. ¡Mirame cuando te hablo! —le gritó furioso Manuel—. ¿Qué fue eso del patio?

—¿Qué cosa? —preguntó Mateo tratando de esconder su miedo ante la mirada intimidante de su papá.

—Vi que te enojaste y voló la hamaca hacia la cabeza de Lucía... parecía que lo hiciste vos mismo a propósito.

—No, no fue así —aseguró Mateo con los ojos llorosos.

—¡No me mientas! —Manuel rápidamente se arrodilló y lo agarró de los pelos bien fuerte—. ¿Cómo hiciste eso? ¡Decímelo!

—¡No sé! —insistió Mateo largándose a llorar.

—Sabés lo que hago con los mentirosos, ¿no? —respondió Manuel apretando fuerte sus cachetes mientras parecía arrancarle los pelos con su otra mano.

—¡No estoy mintiendo, papá!

Manuel le dió una feroz cachetada que lo hizo retroceder varios pasos, una que se sintió como una barra ardiente en la mejilla, casi tan letal como una trompada. Cuando apenas se pudo reponer, tenía a su padre nuevamente a un centímetro de él agarrándolo fuerte de los pelos.

Sombras en la noche (#SdV 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora