Un nuevo día se asomaba pero sin rastros del sol en el cielo. Aún quedaban secuelas de la tormenta y el viento que se rehusaba a irse de las calles de Montevideo, pero que aún así no impedía que Florencia subiera otra vez a su refugio personal ante la tragedia que acababa de ocurrir. La terraza era su nuevo hogar y el escape hacia el pasado al que aún no quería dejar atrás, y que le costaría tal vez toda una vida por delante.
Sin embargo, parecía no estar sola en ese viaje, pues Guillermo siempre hallaba la ocasión de acompañarla en los momentos más difíciles.—Sabía que te iba a encontrar acá —dijo él sentándose a su lado—. Está frío acá... —Florencia siquiera lo miraba, sus ojos estaban perdidos en algún lugar del horizonte—. Ayer no te apareciste, todos te esperaban para despedir a Lucas.
—No quería estar presente. Prefiero recordarlo por lo que fue en vida que verlo en un cajón —admitió ella.
—Bueno, hoy lo enterramos. Espero que a partir de ahora pueda descansar en paz —Guillermo tomó la mano de Florencia, y solo así logró que ella lo mirara por primera vez—. Quiero que sepas que estoy para vos, para lo que sea. Para mí esto también es muy duro, y sé que si permanecemos juntos lo vamos a superar. No estás sola.
Florencia simplemente fingió una sonrisa mientras agachaba la mirada con resignación.
—¿Tuvieron noticias de Santiago? —preguntó cambiando de tema.
—Todavía no. Lo siguen buscando. Es raro... parece como si se lo hubiese tragado la tierra.
—No voy a descansar hasta encontrarlo, Guille —aseguró Florencia con algo de rencor en su mirada.
—No estás pensando volver a ese orfanato, ¿no?
—Es nuestro amigo. Voy a hacer lo que haga falta por encontrarlo... y si estás conmigo imagino que harías lo mismo.
—Sí, sin dudarlo. Pero no podemos volver nosotros dos solos, sería muy riesgoso, Flor.
—Con quien haga falta, pero lo voy a buscar —le dijo antes de levantarse e irse.
***
Aquel día Lucía se había levantado temprano para llamar a Manuel y avisarle de su decisión. Era el momento de volver aunque sea por un instante al hogar que la vió nacer. Por lo que se dirigió rápidamente a la cocina, y con teléfono en mano, pidió a la operadora para comunicarse con el señor Ferreira.
—¡Lucía! Que agradable sorpresa su llamada —dijo Manuel con entusiasmo.
—¿Cómo le va, Manuel? Llamaba para pedirle el día de hoy, si no es molestia.
—¡Claro! No hay ningún problema. Yo le dije ayer que se tomara el día para estar con los suyos. La entiendo.
—Gracias, por todo. De verdad estoy muy agradecida con usted. Hoy enterramos a Lucas, acabamos de llegar del cementerio y todo esto me golpeó emocionalmente —confesó temblando.
—Tranquila. No se preocupe, tómese el tiempo que necesite para retomar su vida. Acá la vamos a estar esperando. Y pierda cuidado que los niños están muy bien cuidados.
—Confío en que lo están. Bueno... gracias señor, de verdad. Mañana lo veré de vuelta. Hasta luego.
Cerca de ella se encontraban Lorenzo y su madre, que entre conversaciones entre ellos también habían escuchado algo de la charla de Lucía.
—Tutto bene, signorina? —preguntó él poniéndose de pie.
—Sí, ya hablé con el señor Ferreira y no hay problema —expresó enredando sus manos. Lucía trataba de ocultar los nervios que sentía.
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Sombras en la noche (#SdV 2)
TerrorDeberías creer en aquello que se oculta en las sombras Queriendo dejar un terrible pasado atrás, Lucía decide tomar un nuevo rumbo a su vida comenzando desde cero. Es así que llega a la enorme casona de la excéntrica familia Ferreira como niñera de...