40. ⬛️ Cupido en acción ⬛️

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Oliver

Cuando me hablaron sobre el amor, siempre me mostraban las cosas buenas, lo hermoso que se siente enamorase y lo increíble que se siente ser amado. Me dijeron que es otro cariño totalmente distinto al de la familia, uno donde no sólo existía ese tipo de aprecio al que le llamamos "querer", no, era más que querer, era más que cariño. Era amar, amar a la persona que te hace feliz.

Amar y enamorarse. Qué cosa tan dolorosa.

—¿Por qué no me dijiste que el amor dolía tanto?.—

Mi madre me tenía abrazado mientras mirábamos una película, una película a la una de la mañana. Porque no podía dormir, y entonces ella me quiso acompañar.

—¿Habría cambiado en algo?.—

Me respondió mientras me daba unas pequeñas caricias en mi pelo.

No, no hubiera cambiado en nada, porque yo hubiera escogido lo mismo, yo lo seguiría escogiendo a pesar de esas advertencias que sólo te decían que probablemente salgas lastimado o que sólo habrá algún día en el que te sientas destruido.
No sabía de esas advertencias, pero de igual forma, siempre hubiera aceptado.

Yo siempre le hubiera elegido.

Escuchamos unas pisadas como de pantuflas, esas que hacen sonidos raros cada vez que das un paso, era un chillido un poco molesto.
Vi a Iris caminando con su pelo recogido en pijama y con una mascarilla rara en su rostro. Nos vio y se quedó parada un poco sorprendida, sorprendida por vernos despiertos tan tarde. Yo también estaba sorprendido por verla despierta tan tarde. Llevaba un helado en sus manos, un helado en un vaso, comía parada mientras nos miraba.

—¿Nos acompañas?.— le preguntó mi madre.

Iris sonrió y se acercó a pasos rápidos hacia donde estábamos nosotros. Se sentó del otro lado de mi madre y recostó su cabeza en el otro hombro disponible de esta misma.

—¿Por qué estamos depresivos?.— dijo.

Los tres mirábamos la película.

—Solo miramos una película.— le dije.

—Ok.— escuché cómo seguía comiendo su helado.

Me levanté un poco y tomé su helado, empezando a comer de este mismo sin dejar de ver la película.

—No me importa que tantas calorías tenga.— dije antes de que mi mamá me lo recordara.

—No iba a quejarme por eso.— respondió mi madre.

Suspiré.
Iris me quitó el helado y empezó a comer ella. No me quejé, porque ya había comido suficiente. Luego pensé en Hades, y en lo que él me hubiera dicho si yo le hubiera mencionado eso. Sólo hubiera traído otro cubierto y hubiera puesto el helado en medio de los dos para que comiéramos o tal vez... me hubiera dado un mi boca, porque él es así de cursi y quiere hacer todas esas cosas empalagosas que extraño. Entonces se me salieron otras dos lagrimas mientras trataba de no pensar mucho en el dolor de mi corazón.

—Oliver, ¿Qué pasó?.— preguntó mi madre

Me giré para verlas, las dos me miraban de expectantes como mis lágrimas seguían cayendo. Mis labios temblaban.

—¡Yo lo extraño!.— terminé por llorar toda la noche.

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—¡Te traje tú café favorito!.—

—Gracias, Diego.—

Me senté en mi pupitre y tomé el café. Empecé a sacar mis apuntes y la tarea que muy en el fondo, siento que está mala, pero igual la entregaré, porque no tengo ganas de repetirla, ni de corregirla, ni de mirarla, tampoco de entregarla, pero eso último creo que no lo puedo dejar pasar.

La fama, el fútbol y tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora