La fama, el fútbol y tú.

30.⬛️ El cumpleaños ⬛️

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Oliver

La semana mas abrumadora  y estresante de mi vida había pasado. Cuando fui con el doctor y me dijo que ya no tendría que utilizar muletas, que podría ejercitar mi tobillo sin hacerle bastante presión, sólo quería correr y hacerle presión.
Bueno, tranquilos, no lo haré. Lo haría si Hades me dejara, pero parase un animal con correa, no se me despega ni un momento. Siento que se siente culpable por lo que me pasó, por eso ha estado tan raro, más de lo que ya estaba, aunque ya le dije que no fue su culpa, él no me deja en paz.
Al menos ya no tengo que utilizar las muletas, y con respecto a mi trabajo, lo hemos adaptado para que no se mire mi tobillo vendado. Le encontramos solución a cada problema. Bueno, mi mamá lo hizo, yo estaba entrando en pánico.

-Pareces un zombie.—

Si, aún no podía caminar bien, pero algo es algo.

-Gracias, pero no ayudas.—

Diego tomó mi bolso y se lo llevó a su hombro. 

-¿Seguro que el doctor dijo que podías caminar sin muletas?.—

-Si no me crees, pregúntale a Hades, él fue.—

Diego se quedó callado por unos segundos. Llegamos a mi casillero. Metí las cartas que me dejaban de vez en cuando a mi bolso,  y metí otras cosas que iba a necesitar para mis clases.

-¿Qué pasa entre tú y Hades?.—   Lo miré confundido, no esperaba esa pregunta.

-¿Qué pasa con qué?.— seguí revisando unos papeles sin prestar mucha atención a lo que se refería.

-Están muy juntos últimamente y ustedes dos tienen unas escenas bastantes... tensas.—  cerré mi casillero y lo vi. Estaba recostado en los casilleros de brazos cruzados.

-No sé de qué hablas.—

Me quitó mi bolso de nuevo.

-Mira, Iris y Hades se están besando en el pasillo.—

Volteé rápidamente a donde estaba señalando, busqué por todos lados para encontrar la escena que antes había mencionado. No había nadie, miré de nuevo a Diego que estaba con una ceja alzada y una sonrisa pequeña.

-¿Qué haces?.—

-Te gusta Hades.—

Lo miré sorprendido. Luego reí, reí, reí y reí.
Me sequé unas lágrimas falsas.

-Eres tan gracioso a veces.—

Diego no reía. Entonces dejé de hacerlo, pensaba que estaba bromeando.

-Lo niegas ahora.—

-Diego.— suspiré.— No me gusta Hades.—

-Al menos no negaste lo de ser gay esta vez.—

Rodé los ojos.

-Ya me duele suficientemente el tobillo como para que también me duela la cabeza con tus bromas.—

-Sigues sin negarlo.—

-No lo soy.—

-Dilo completo.—

-Eres un idiota.—

-¡No lo niegas!.—

-Deja de jugar y vamos a clases.—