23.⬜️ Estúpido cupido ⬜️

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Hades

-Recuerda que tienes que regresar temprano.— le di las llaves de casa.

-Lo recuerdo, estaré ahí antes de la cena.— mi madre llegará a casa, supuestamente cenaremos, como si fuéramos una familia perfecta, porque eso es lo que están tratando que parezca.

-Está bien, te veo luego entonces.—

-Gracias.— le sonreí y tomé las llaves de mi auto.

Corrí hacia la salida. Estoy corriendo más que en mis entrenamientos. La emoción que tengo ahora mismo no es ni medio normal. Invité a Oliver a tomar algo en la cafetería que siempre vamos, va a ser nuestra primera salida los dos solos y estoy muy nervioso.

Ahora que tengo más que claro mis sentimientos por él, está salida la siento muy diferente y no sé si a Oliver le gusten los chicos, pero pienso intentarlo. No le dejaré a Diego el camino tan fácil.

Pueda ser que yo no haya iniciado muy bien con Oliver y probablemente le dije muchas cosas que... ok, tal vez me odie un poco, o tal vez no, no lo sé.

Pienso hacerlo bien ahora y esta salida será genial para iniciar de nuevo.

La vida me dio esta oportunidad y no la pienso desaprovechar, no ahora que tengo la oportunidad de cambiar las cosas.

Salí del instituto y la fuerte brisa me había pegado por todo mi cuerpo. Habían unos cuantos autos aún estacionados fuera, supongo que los de natación están ahora en entrenamiento, o tal vez son otro equipo, no lo sé. Busqué mi auto con la mirada, pero... mi vista se cruzó con dos personas.

Dos personas. Dos chicos. Dos chicos hablando de algo.

Oliver y Diego. Los dos estaban hablando y por ahora todo iba bien hasta que... Diego se acercó y besó a Oliver.

Sentí que todo se calló, todo dentro de mí se derrumbó. Mi corazón pesaba, mi garganta se cerraba y mis ojos ardían. Se recorrió un escalofrío por todo mi cuerpo. Mi cabeza aún no estaba captando lo que estaba pasando frente a mis ojos, aún no podía creerme lo que estaba viendo, pero mis piernas querían escapar, escapar antes de hacer el ridículo en medio del estacionamiento. No pude más y salí de ahí.

Corrí a mi auto y me subí cerrando la puerta entrando completamente. Se sentía vacío y desolado, el silencio me estaba matando, mis manos querían: apretar, lastimar y lastimar de nuevo.  Tomé el volante y me quedé así por unos segundos, pensando en lo que acaba de ver, pensando en lo ridículo que era todo esto, en Oliver, en Diego, en el beso. Hasta que el enojo se apoderó de mí y grité justo después de haber golpeado el volante lastimándome mi mano. Y como eso no fue suficiente, lo hice de nuevo. Y de nuevo. Hasta que mi mano se tornó un color rojo fuerte.

Y de nuevo lo estaba haciendo, de nuevo estaba perdiendo el control. No me había sentido así desde que mi madre se fue de mi vida cuando tan sólo tenía seis años. 

Me dolían mis manos, pero encendí el auto y me puse en marcha para mi casa.

No hay salida. No hay otra oportunidad. Diego lo había conseguido y ahora estoy sólo.

No habrá un Oliver en mi vida.

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-¿No tienes hambre?.—

Estábamos los tres sentados en la mesa cenando, o al menos ellos lo hacían. Mi madre viene a veces a cenar con nosotros, sé que a ninguno de nosotros nos gusta esto, ya que es muy incómodo. Pero ellos lo intentan por mí, o al menos eso quiero creer. La única luz que acentuaba esta incómoda cena era la lámpara rara que compró mi padre, colgaba por nuestras cabezas y rechinaba cuando entraba una brisa fuerte de la ventana que estaba justo por delante de la mesa.

La fama, el fútbol y tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora