29.⬜️ Amenaza ⬜️

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Hades

-No tiene nada roto, afortunadamente, pero tiene desgarrado las bandas del tejido, en conclusión, es un esguince.—

-¿Se pondrá bien?.— pregunté preocupado.

-Si, necesita reposo por tres semanas y estará como nuevo, una semana de absoluto reposo y la otra necesito que hagas algunos ejercicios leves para tu tobillo, supongo que tu entrenador sabrá de eso.— mi padre asintió.

¡Tres semanas! ¡Son tres malditas semanas! ¡Le arruiné la vida a un maldito modelo importante!

Su madre me va a matar.
Mi padre me va a matar.
Su agencia me va a denunciar.
Sus fans me van a cancelar.

Oliver tomó mi mano y lo miré. Él estaba tranquilo. No sé como puede estar tan tranquilo con esto, yo no lo estaría.

-Está bien, muchísimas gracias doctor.— dijo Martina.

El doctor se despidió dejándonos a nosotros cuatro solos. Un silencio se interpuso, sentí la mirada de Martina en mi mano entrelazada con la de Oliver. Me ruboricé un poco.

-En mi defensa, mi venda se me mira muy bien.—

Martina y mi padre rieron. Yo no. Estaba muy nervioso.

-Lo siento mucho, señora García, el instituto junto con la directora y yo, estamos dispuestos a tomar cargos en el asunto, estamos seguros de que...—

-No fue su culpa, ni la del instituto, Oliver está bien, eso es lo que me importa.— Martina interrumpió a mi padre.

Tomó la otra mano de su hijo libre mientras le daba un beso en su frente y los dos se sonreían.

-Gracias. Oliver, como dijo el doctor, reposo y descanso. Luego hablaremos.— Oliver le sonrió y asintió.

-Aunque tampoco me duele mucho.—

-Reposo.— repitió mi padre.

Asintió de nuevo.

-Con permiso entonces, vamos, Hades.— mi padre se despidió de Martina y de Oliver.

Yo iba a soltar la mano de Oliver pero este me tomó más fuerte.

-¿Te puedes quedar un rato?.—

Y sólo pensé: Si. Si. Si.
Pero mi padre pensaba: No. No. No.

-Entrenador, ahora que lo pienso, tengo que hablar de algo con usted.— Martina le dijo a mi padre.

-Oh... está bien...— me dio una mirada rápida y se fueron los dos dejándonos solos. Gracias señora Martina, le debo al vida.

Miré de nuevo a Oliver que no dejaba de sonreír y no sé como es que un modelo con el tobillo roto puede estar tan feliz. 

-¿Por qué sonríes tanto?.— le pregunté.

-Tú rostro, es digno de ponerlo en un retrato.—

-Estaba demasiado preocupado.—

-Lo sé.—

-Ellos lo sabían.—

-Lo sé.—

-Ellos sabían cada movimiento que haríamos.—

-Lo sé.—

-Y perdimos.—

-Lo sé.—

-Y estás en una camilla.—

La fama, el fútbol y tú.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora