𝓔𝓵 𝓻𝓮𝓰𝓪𝓷̃𝓸

3K 250 499
                                    

〘 Thomas Holland 〙

Había anhelado con tanto ímpetu el calor de su cuerpo al abrazarme, por que al volver a estar juntos mi corazón se fundiera con el suyo como antes, por que nuestros latidos rápidos fueran lo único que nos preocupara.

Pero pese al hecho de haber esperado esos dos meses sus labios, la sensación ni siquiera fue un poco parecida a lo que había estado imaginando desde que la vi saludar a Hazz en la fiesta. Más bien, fue incómodo y hasta podría jurar que me hizo sentir culpable el hecho de estarla besando cuando hace un día me debatía por besar o no a alguien más.

Supongo que ella notó mi incomodidad también. Me relamí el labio inferior antes de levantarme por completo de su cama.

— ¿Qué pasa? —me preguntó.

Yo negué un par de veces aún sin saber exactamente qué decirle.

—No puedo hacerlo, Zen. Lo lamento —respondí.

— ¿No me quieres más? —me preguntó con un tono de voz aún suave mientras la miraba sacarse su abrigo y empezar a bajar los tirantes de su vestido.

—No es eso, no te atrevas siquiera a pensarlo. Es sólo que no es el momento —contesté a su cuestionamiento, aunque ahora mismo comenzaba a dudar muchas cosas—, aún no pongo mis asuntos en orden y no mereces que te trate como una amante a la cual debo darle las sobras de mí, tienes razón.

—Creí que ya te habías decidido, Tom...

—Estás muy ebria, cariño. Ni siquiera debería pensar en hacerlo contigo en esta condición, ¿entiendes? Sería aprovecharme de ti, y no quiero eso. Será mejor que duermas ahora en vez de hacerlo y que mañana te arrepientas de lo que hicimos.

Zendaya no se quejó respecto a mi postura en cuanto a negarme a continuar. Yo le ayudé a meterse entre las cobijas de su cama y la arropé. Ella cerró sus ojos y yo salí de su habitación a paso lento.

Salí de aquella casa y entré al coche para conducir de regreso a la mía por una ruta que fuera un atajo para no conducir demasiado porque ya los párpados me pesaban. Cuando llegué y estacioné el coche, pude notar que Leandro salió a recibirme.

—Jóven Thomas, ¿se encuentra bien? —me preguntó.

Ni siquiera respondí, solamente me dirigí al interior de mi casa. Subí a mi habitación para ponerme mi pijama. Encendí la luz y miré a la cama. Me pareció extraño verla tendida aún.

Miré alrededor de la habitación pero ella no estaba. Creo que hasta cierto punto me asustó el hecho de no verla. Salí del cuarto y me apresuré a ir al cuarto de música pero tampoco estaba ahí.

— ¿Qué ocurre? —preguntó Leandro al entrar a casa luego de estacionar el mercedes dentro de la propiedad.

—Eso me pregunto yo, ¿dónde está la señorita Lebarde, Leandro?

— ¿No está en su habitación? —tampoco parecía saber a dónde se había metido—. Juraría que la vi subir hace una hora.

— ¿Hace una hora? —pregunté frunciendo el ceño—, ¡son casi las dos de la mañana, ¿cómo que hace una hora?!

—Ah, es que estaba esperándolo en la sala, pero no llegaba —me explicó—, Henrietta la mandó a dormir, pero si no está en la habitación...

𝓜𝓪𝓯𝓲𝓪 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora