𝓔𝓶𝓹𝓮𝔃𝓪𝓷𝓭𝓸 𝓫𝓲𝓮𝓷 𝓮𝓵 𝓭𝓲́𝓪

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〘 Thomas Holland 〙

Por la mañana siguiente desperté, me encontré con _____ a mi lado aún dormitando mientras me daba la espalda. Besé por un instante su cabeza antes de levantarme e ir a darme una ducha.

Por mi cabeza aún seguía dándome vueltas la situación en la que estaba metido, estaba muy ocupado planeando qué es lo que iba a hacer y a quién llamaría para llevar a cabo el trabajo sucio, que no me di cuenta cuando ella entró a la ducha también, sino hasta que abrió la puerta de la regadera para entrar.

Estaba bañándome con agua templada, más fría que caliente para acabar de despertar, pero ella jamás preguntó. La miré pararse debajo de la regadera de buenas a primeras y luego soltó un jadeo en forma de queja.

—Está fría —murmuró tratando de acostumbrarse.

—No sabía que te ibas a levantar temprano —contesté abriendo otro poco la llave de agua caliente para regularla un poco y que fuera cómodo para ella.

—No pude dormir bien y me despertó que salieras de la cama —me confesó—. Supuse que iba a despertar más rápido si me bañaba contigo.

— ¿Y estás más despierta? —pregunté comenzando a lavar mi cabello.

—Algo —y la escuché soltar una pequeña risa—. ¿Saldrás?

—Sí, hay mucho por hacer hoy —afirmé en lo que acababa de enjabonar mi cabello—. En serio, desearía seguir en Piamonte.

— ¿Por el hecho de no haber tenido problemas acerca del trabajo?

—Sí, y también por el hecho de tenerte para mí durante todo el día.

Ella no contestó durante unos segundos, conociéndola bien, ese comentario seguro la habría hecho sonrojar de inmediato.

—Dicen que el sexo mañanero ayuda a comenzar el día con una carga extra de dopamina —comentó de pronto—, te levanta los ánimos para comenzar bien la mañana.

—Justo ahora necesito una sesión de sexo mañanero o estaré de malas todo el día, muñeca —le aseguré mientras enjabonaba mi cuerpo y luego me ponía debajo de la regadera para enjuagarme por completo.

—Imposible —murmuró—, tú siempre estás de malas por todo y con todos.

Cuando el jabón acabó por caerse de mi cuerpo, volteé a verla que mantenía los ojos cerrados y seguía enjabonándose.

— ¿Te parece? —pregunté acercándome a su espalda y acariciando con mis manos las curvas de su cintura.

—S-sí... —titubeó y yo esbocé una sonrisa confiada, sabía lo que le provocaba y me aprovechaba de ello.

— ¿Y cuándo estoy contigo crees que estoy de malas? —llevé los dedos de mis manos havia su vientre.

Los dedos de mi mano izquierda, fueron a sus senos; los de la derecha, a su feminidad.

—Sí, bu-bueno, no siempre...

Y mis besos fueron a su quijada, la lamí un poco y mordí el lóbulo de su oreja.

𝓜𝓪𝓯𝓲𝓪 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora