𝓛𝓪 𝓵𝓵𝓮𝓰𝓪𝓭𝓪 𝓪 𝓝𝓸𝓻𝓾𝓮𝓰𝓪

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〘 _____ Lebarde 〙

La decisión de Tom por irnos a un viaje improvisado fue una idea extraña. En especial porque Tom no era alguien que hiciera las cosas de la nada sin antes haberlas planeado por horas y repasado sus planes hasta el más meticuloso detalle.

Llegamos por fin al aeropuerto luego de una hora. Oliver nos acompañó hasta la pista a unos metros de distancia, lo último que escuché fue a Tom dando las indicaciones de qué hacer a Oliver en su ausencia, pero dejé de escuchar al ver el jet.

Creo que debo contarle lo mucho que me aterraban los aviones. Aunque creo que notó que estaba indispuesta al estar a dos metros de las escaleras y me detuve por completo.

Tom me llevaba de la mano pero cuando notó que me detuve, volteó a mirarme.

— ¿Qué pasa? —preguntó dando otro suave jalón para hacerme caminar pero me negué.

—E-es que yo no... —no tenía ninguna excusa para evitarlo.

— ¿Ya te arrepentiste?

—No, no, es que los aviones y yo no congeniamos —solté una risa nerviosa.

— ¿No has viajado en un avión antes?

—Sí, pero muy obligada —le conté—, no son mis lugares favoritos. Tengo aerofobia.

—De acuerdo, escucha —y se puso frente a mí tomando mi barbilla con una de sus manos para hacerme verlo a los ojos—, estás segura en el jet, ¿bien? Yo me encargo, sólo necesito que me ayudes subiendo.

—Es que, Tom, no entiendes...

—Lo hago, pero ¿recuerdas mi miedo a las montañas rusas? Me dijiste que estaba seguro contigo, ¿no es así?

—Sí, lo dije —asentí con timidez atenta a sus iris marrones que eran todo a lo que le prestaba atención para evitar pensar en el avión.

—Bien, pues te toca hacer un esfuerzo a ti si quieres que vayamos al viaje. Quiero ese viaje tanto como tú querías que subiéramos a ese juego, ¿me ayudarás?

Miré una vez más el jet con indecisión pero acabé dando un hondo suspiro y asintiendo resignada.

—De acuerdo, puedo hacerlo —asentí antes de tragas pesado.

—Tengo una idea —comentó antes de darme la mano de nuevo—, cierra los ojos.

— ¿Qué?

—Cierra los ojos, vamos —pidió—, confía en mí.

—De acuerdo —asentí cerrando los ojos—, ¿y ahora?

—Ahora, yo te voy a guíar hacia las escaleras del autobús.

— ¿Qué? —reí, iba a abrir los ojos pero puso su mano encima para que no lo hiciera.

—Sígueme la corriente —insistió—, vamos a subir las escaleras del autobús, con cuidado.

Me guió con pasos lentos hacia el lugar donde estaban los escalones mientras me tenía tomada de las dos manos. Terminé subiendo las escaleras y lo seguí mientras me mantenía con los ojos cerrados.

—Muy bien —lo escuché murmurar—, vamos bien, casi llegamos a los asientos. No abras los ojos.

—No los abriré —respondí mientras seguimos caminando a pasos pequeños hasta llegar a los asientos.

—Llegamos, aún no los abras —pidió—. Siéntate aquí, vamos.

Asentí sentándome donde él pidió, sentí cuando tomó el cinturón y me lo puso antes de sentarse a un lado mío.

𝓜𝓪𝓯𝓲𝓪 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora