𝓔𝓵 𝓸𝓽𝓻𝓸 𝓵𝓪𝓭𝓸 𝓭𝓮 𝓵𝓸𝓼 𝓷𝓮𝓰𝓸𝓬𝓲𝓸𝓼

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Thomas Holland

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Por la mañana siguiente estábamos en el comedor tomando el desayuno, yo estaba leyendo el diario en la sección de economía mientras por otro lado escuchaba a mi esposa hablar y pausando a veces para comer lo que tenía en su plato.

—Así que para Schopenhauer el fin último de la voluntad es la existencia egoísta por naturaleza del humano siempre destinado a la miseria. —Me contó antes de dar un trago a su jugo de naranja.

—Para ser considerado el Buda alemán debo admitir que su percepción acerca de la vida no es lo que esperaba. —Contesté viéndola de reojo.

— ¿Verdad? —Mencionó con cierta emoción—. Es lo que yo dije, no esperaba que un pesimista como Schopenhauer fuera catalogado como "Buda".

Tocaron a la puerta, la vi levantarse de su asiento e ir a la puerta de bienvenida. No me levanté hasta que la oí gritar.

— ¡Leandro, hola! —Dejé el diario doblado en la mesa y salí.

Al llegar al lobby, Leandro y mi esposa estaban abrazados hasta que Leandro me vio, en ese momento su sonrisa se mantuvo y tan sólo se separó delicadamente de ella.

—Igual me llena de alegría verlos, señorita —mencionó mi mayordomo—. ¿Cómo ha ido todo por aquí? ¿No han habido problemas con su agenda? Esperé su llamada pero me sorprendió que no se contactara. —Esta vez se dirigió a mí.

—Ah, no te preocupes —habló _____ por mí—. Yo le ayudé, su agenda está ordenada y no ha tenido problemas con ella. ¿Ya desayunaste? Entra, debió ser un viaje largo. ¡Anthony, prepara otro poco de café y tostadas, por favor!

—Muñeca... —Traté de detenerla con su euforia pero era imposible.

—Oh, no es necesario —Leandro notó mi intención—. Desayuné en el camino, ahora mismo llevaré mis maletas a mi habitación, descuide.

— ¿Cómo? ¿Planeas rechazarme el desayuno? —Mi esposa lo miró con cierta tristeza—. No puedes hacerme esos desplantes. Tommy, dile algo.

—Leandro debe estar cansado, deja que se tome un respiro al menos —contesté—. Debe ir a acomodar sus cosas. ¡Dalia! —Llamé al ama de llaves.

La mujer no tardó mucho en llegar a donde estábamos.

— ¿Sí, joven Stanley?

—Lleva a Leandro a su habitación, ¿bien? Lo que sea que él necesite ayúdalo.

—Sí, joven Stanley.

Ambos se miraron, por el rostro de Dalia sabía que no estaba muy contenta de verlo y Leandro igual parecía incómodo pero no reprocharon nada, esta vez regresé al comedor con mi esposa detrás mío.

—Algo me huele a historia con esos dos. —La escuché cuando volvió a sentarse para seguir el desayuno.

—Es mejor no saber —contesté—. ¿Planeaste cuándo comenzarás tus remodelaciones en los jardines?

—Aún no lo tengo planeado pero será en estas semanas, primero debo hacer algunos bocetos, ver presupuestos, contactar a decoradores y comenzar el trabajo —comentó—, igual constructores, quiero una fuente estilo victoriano en el jardín trasero.

𝓜𝓪𝓯𝓲𝓪 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora