𝓤𝓷𝓪 𝓿𝓮𝓻𝓭𝓪𝓭𝓮𝓻𝓪 𝓵𝓾𝓷𝓪 𝓭𝓮 𝓶𝓲𝓮𝓵

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〘 Thomas Holland 〙

Luego de tres horas de viaje, llegamos por fin a la hacienda ubicada en Piamonte, en su mayoría con un paisaje verde boscoso. Era bastante grande y bonita, con la fachada en un estilo parecido al resto de casitas alrededor del lugar. Un jardín enorme lleno de árboles, flores y arbustos que mantenían la sensación de aire fresco entre el clima cálido de Piamonte.

Entramos al lugar, las paredes estaban pintadas con un color rosa palo, los techos tenían pinturas de arte renacentista igual, los muebles eran de caoba tallada y perfectamente cuidada con una capa de pintura blanca para combinar con el color de las paredes mientras que el suelo era de madera igual de bien conservada que los muebles. Subimos las escaleras en dirección a la que sería nuestra habitación. En esa casa había contado en lo que había visto alrededor de seis cuadros de paisajes en diferentes puntos.

— ¿Y no hay gente que ayude aquí? —fue lo primero que pregunté.

—Sí, pero no viven aquí —contó—, vienen sólo por la mañana a limpiar y encargarse del jardín. A papá no le gusta el hecho que se queden todo el tiempo en casa, sólo los guardias en la entrada.

Sólo escuché sus palabras con atención. Al entrar a nuestra alcoba, fue aún más reconfortante que la planta baja con esa cama matrimonial que de lejos parecía cómoda, habían más muebles pero fue el único que me interesó. Miré a mi esposa entrar y dejar las maletas a un lado de los pies de la cama. Se quitó su chaqueta y dejó caer su peso sobre el colchón.

—Estoy agotada —la escuché quejarse.

Lentamente me acerqué a ella, dejé mi maleta junto a la de ella y me senté en el borde de la cama.

— ¿Te parece? Sentí que fue menos agotador que el viaje en Noruega —contesté quitándome igual el saco del traje.

— ¿En serio? —ella volvió a incorporarse para quitarse los zapatos y tirarlos por el suelo antes de ir a gatas a la cabecera de la cama y acostarse en esta ocasión descansando su cabeza en las almohadas.

—Sí, en serio —afirmé haciendo lo mismo que ella antes de acostarme del otro lado—. Ven aquí, muñeca —le pedí estirando mi brazo hacia ella.

Se acercó para reposar su cabeza sobre mi pecho y así la pude rodear con uno de mis brazos mientras acariciaba su espalda.

—Me gustan —murmuró.

— ¿Qué te gustan?

—Tus latidos —aseguró depositando una de sus manos en mi abdomen dentro de la camisa—, me hacen sentir en paz.

A veces me era tan extraño escucharla expresarse tan libre cuando para mí eso de hablar sobre mis sentimientos era como el infierno mismo.

Miré el techo sin responder nada, sólo acariciando su cabello y a veces yendo a acariciar su espalda directamente. Poco a poco el sueño me ganó hasta quedar por completo inconsciente durante un par de horas.

〘 _____ Lebarde 〙

Cuando escuché su respiración más profunda supe que ya se había dormido, me levanté un poco sólo para confirmarlo. Besé su frente un momento y me levanté de la cama para ir al balcón. El paisaje boscoso era un deleite para mí junto a las coloridas casas alrededor.

𝓜𝓪𝓯𝓲𝓪 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora