𝓤𝓷 𝓹𝓻𝓸𝓫𝓵𝓮𝓶𝓪 𝓮𝓷 𝓬𝓸𝓶𝓾́𝓷

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Thomas Holland

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Respondí la llamada de mi esposa apenas salí de la oficina de mi padre.

— ¿Sí?

—Hola, galán —escuchar su voz inmediatamente me hizo sostener una sonrisa muy sutil en mis labios—. Lo lamento, apenas vi tu mensaje. ¿Ya llegaste?

—Hola, muñeca —contesté mirando de vez en cuando que nadie se asomara por el pasillo mientras hablaba por teléfono—. Sí, no tiene mucho que llegué. Ya estoy en casa de mis padres. ¿Cómo va todo allá?

—Las cosas aquí van bien —aseguró con un tono bastante eufórico como era costumbre en ella—. Llegaron los decoradores y dijeron que comenzarán mañana. Ya hice las llamadas correspondientes y dijeron que seguramente en tres semanas estará terminado. ¿Y allá? ¿Ya has hablado con tu padre?

—No realmente —le mencioné en lo que pasaba una de mis manos por mi rostro—. Estábamos Sam, mi padre y yo en su oficina hace un momento, esperaremos al resto supongo.

— ¿Tan mal está todo, galán?

—No lo sé, pero mi padre está siendo muy amable, así que no me da buena espina lo que sea que quieran hablar entre ellos.

— ¿Dominic siendo amable? De acuerdo, sí deberías preocuparte un poco —la escuché soltar un suspiro profundo después de un momento en silencio—. De acuerdo, te dejo para que te encargues de tus asuntos. Espero que regreses pronto, te llamaré más noche.

—Mejor tú espera mi llamada, ¿está bien? No sé hasta cuando acabe la reunión.

—Muy bien, espero tu llamada. Nos vemos.

—Adiós, muñeca. Te a... —me detuve por un segundo—. Ah, bueno, te quería decir que no sé cuáles chocolates quieres que te lleve a casa ahora que estoy aquí en Londres.

La escuché soltar una risa muy suave, pero suficiente para hacerme sentir el carmín sobre mis mejillas.

—Los chocolates que quieras, cielo. Yo también te amo.

Inmediatamente me colgó, yo miré la pantalla del celular un instante y enfoqué mi mirada en el maldito reflejo.

Puta madre, Stanley.

Volví a bloquear el celular y entré a la oficina en donde mi padre estaba reprendiendo a Sam por seguramente alguna mierda que se le había hecho fácil hacer. Cuando me vieron entrar, mi padre volvió a guardar silencio pero le reiteró una mirada acusadora a mi hermano que ahora se encontraba cabizbajo y con la mandíbula tensa.

—Lukas, Donna y Blas llegarán a las once. Tendríamos que hablar por lo mientras de nuestros asuntos. ¿Cómo van las empresas en América?

—Van bien, comenzamos a hacer un par de inversiones. El dinero sacado de los locales en nuestra zona ya se recaudó, lo utilizaré para meter capital y agrandar la tabaquera y la licorería. Los hoteles y casinos en Las Vegas y Los Ángeles les haré algunas remodelaciones.

𝓜𝓪𝓯𝓲𝓪 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora