𝓤𝓷𝓪 𝓬𝓮𝓷𝓪 𝓬𝓸𝓷 𝓵𝓸𝓼 𝓓𝓸𝔀𝓷𝓮𝔂

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〘 Thomas Holland 〙

Tuve que llegar al restaurante donde me vería con Gene. Al entrar, lo vi en la mesa del fondo ya con su abogado y su contador bebiendo un poco de vino. Al acercarme y él percatarse, se levantó para saludarme con esa sonrisa amplia.

— ¡Por un momento creí que ya no llegarías, Stanley! —y estrechamos la mano pero él me abrazó de la nada.

—Hubo un pequeño percance de camino —le conté antes de estrechar la mano con el contador y abogado—. Lamento el retraso.

—Está bien, sé lo puntual que eres. Espero que no te moleste que ya haya pedido la comida —comentó Gene.

—No se preocupe, está bien —tomé asiento a un lado del contador de Gene—. ¿Tomó en cuenta mi propuesta acerca de venderme la hacienda en Kansas?

—Así es. ¿Recuerdas que me estabas ofreciendo medio millón de Libras por la hacienda?

—Sigue en pie mi propuesta —afirmé cuando me ofreció una copa con vino.

—Bueno, joven Stanley —habló su contador—. El avalúo de la hacienda fue de seiscientas cincuenta y siete mil Libras Esterlinas.

Y esta vez el abogado me entregó el papeleo del avalúo de aquella hacienda la cual tenía como fachada el sembradío de trigo dorado. Miré a detalle los documentos que estaban en orden, el precio del avalúo y cuánto generaba de capital el sembradío.

— ¿Libre de gravámenes? —pregunté al abogado.

—Todo el papeleo en orden —aseguró el hombre.

—Permítame decirle que es un buen precio para todos los servicios que tiene la hacienda.

La comida llegó y los meseros la dejaron sobre la mesa en lo que yo seguía leyendo los documentos.

—Si aún estás interesado... —Gene sutilmente metió presión.

—Seiscientas Libras —ofrecí.

— ¿Qué?

—Las otras cincuenta y siete corren por tu cuenta, Gene. El avalúo no lo pagaré yo y la libertad de gravámenes es de mil Libras. La propiedad vale quinientas noventa mil, así que mi propuestas son seiscientas y mantengo la servidumbre al predio vecino que seguramente es tuyo igual, ¿no?

Él y su contador se miraron un instante, al ver a su contador hacer un asentimiento con su cabeza, Gene accedió.

—De acuerdo, que sean las seiscientas mil Libras —aceptó—, tomando en cuenta que irá por tu cuenta el traspaso de propietario a tu nombre.

—Trato hecho —y cerré la carpeta antes de entregarla a su abogado y estrechar la mano con Gene—. Cerraremos el trato en un mes más cuando deba ir a América, podremos ir a ver la hacienda.

—Me parece bien, te estaré viendo por allá pronto, yo viajo la siguiente semana. Por cierto, la fiesta por el aniversario con mi señora es este sábado, espero que lo tengas presente.

—Claro que sí, Gene. Estaremos allá mi esposa y yo —afirmé y él asintió dando un trago a su vino.

—Por fin se me hará conocer a tu esposa, ¿verdad? ¿Cómo es que se llama? —y cerró los ojos en un ademán por recordar—, ¿_____ Lebarde, cierto?

—Sí, la misma —afirmé comenzando a cortar el filete en mi plato.

—Así que mantiene una buena relación con los Lebarde —esta vez su abogado habló.

—Sí, así es —y volteé a verlo que también había comenzado a comer—, supongo que los conoce.

—La pregunta sería: ¿Quién no conoce a la familia Lebarde? Tienen la misma reputación que los Holland —contestó—. Sin embargo, pese a la reputación ante la sociedad, es mi trabajo lo que me obliga a estar al tanto, pero también por Constantine Lebarde, cuñada suya, ¿no es así?

𝓜𝓪𝓯𝓲𝓪 (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora