CAPÍTULO 12

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POV MARÍA JOSÉ

Cuando me despierto, no lo hago por culpa de la luz del sol que atraviesa las persianas baratas de plástico de las ventanas de mi dormitorio, sino por culpa de una pesadilla. El dormitorio está a oscuras, pero el corazón me late a toda pastilla mientras extiendo un brazo para encender la lamparita. En vez de la mesilla de madera tambaleante que me compré en Ikea, mis dedos acarician la frialdad del mármol. Mierda. No ha sido una pesadilla.

Por fin encuentro el interruptor y la suave luz de la lamparita ilumina el dormitorio negro, blanco y dorado. No hay despertador. No sé si es de día o de noche porque no hay ventanas. Solo una puerta cerrada de la que no tengo llave. Y tampoco tengo ropa, salvo la gabardina. «Qué lista eres, María José», me digo. «Una eminencia.» Ni siquiera tengo bolso. Cicatriz debió de dejarlo en el coche. Arranco la sábana de la cama y me envuelvo con ella antes de ir al cuarto de baño. Me echo un vistazo en el espejo y doy un respingo al verme. Se me ha corrido el delineador de ojos, así que tengo los párpados manchados de negro, y el pelo es un nido de ratas, lo normal teniendo en cuenta todo lo que me he movido en sueños por culpa de la pesadilla. Pero no era una pesadilla. Es mi nueva realidad. No toco ninguno de los carísimos productos de higiene, porque no quiero nada de esa mujer, salvo mi libertad. Es lo único que quiero, y la conseguiré de alguna manera. Hoy mismo. Me doy media vuelta para regresar al dormitorio y me fijo en un detalle. Hay una bata negra de seda colgada en un gancho cerca de la ducha. Anoche no estaba. Alguien ha entrado mientras yo dormía. Ese detalle me sobrecoge y me provoca un escalofrío. Regreso a la carrera al dormitorio y salgo al salón. Efectivamente, en la mesa hay dos bandejas de plata cubiertas con sus tapas y acompañadas por una nota.

Come. Dúchate. Arréglate siguiendo las instrucciones que encontrarás en la mesilla si quieres salir hoy de aquí.

La letra ya me resulta conocida, aunque no está firmada. ¿Qué instrucciones? Vuelvo al dormitorio y miro en la mesilla cuya lamparita encendí al despertarme. No hay nada. Al contrario que en la otra. Hay una caja negra lacada. ¿Cómo narices lo he pasado por alto? Se me queda la garganta seca mientras trago saliva y me acerco a la caja, la cual me da tanto miedo abrir como la última que encontré. Pero la nota dice que si sigo las instrucciones, saldré de aquí, y bien sabe Dios que eso es lo que quiero. La abro y miro el contenido. Es un... ¿juguete sexual negro y dorado? Parece un vibrador, pero tiene un cordón en el extremo dorado y no hace falta ser un genio para imaginar su función. Sin embargo, Calle me ha dejado una nota explicándomelo todo.

Póntelo hasta me digne a follarte.

¿Hasta que me digne? ¡Hasta que me digne! Si pudiera echar fuego por la boca, reduciría a cenizas este edificio ahora mismo. Leo el resto de la nota mientras el cabreo se me pasa un poco.

En el vestidor está la ropa que debes ponerte para ir a trabajar. Si a las nueve en punto no estás vestida con todo lo que te he preparado, te esperan otras veinticuatro horas de encierro. A tus empleados se les explicará debidamente tu ausencia.

ME PERTENECES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora