FINAL

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POV MARÍA JOSÉ

Un mes después - Mardi Gras

A veces, hacer un trato con el diablo es lo mejor que puedes hacer. Sobre todo cuando te das cuenta de que no es un diablo en realidad. Salvo esta noche. Esbozo una sonrisa por el juguete sexual que tengo dentro y que vibra mientras escucho al dueño de los Voodoo Kings de Nueva Orleans cantar las alabanzas del whisky de Seven Sinners y, en concreto, de su preferido: la etiqueta Fénix.

- Me alegro mucho de que lo disfrute.

- Voy a comprar todo lo que pueda. Seguro que al comisionado también le gustaría un par de botellitas. Y yo que creía que no podría superar al Espíritu de Nueva Orleans.

- Me aseguraré de reservarle dos botellas.

- Se lo agradecería - dice antes de beber otro sorbo.

- Si me disculpa un momento, tengo que comprobar unos detalles.

- Por supuesto.

Menudos fiestones organizan. Desde luego que volveremos a traer a los chicos. Con «los chicos» se refería al equipo al completo, y me costó la misma vida no agitar el puño en señal de victoria.

- Será un placer volver a hacer negocios con usted.

- Gracias, señora Garzón.

Me alejo de él y me tenso mientras las vibraciones me recorren por entero. Daniela y yo casi llegamos a las manos por el hecho de que quería ocuparse ella solo de la seguridad del evento. Yo estaba en contra, porque Seven Sinners es mi chiquitín.

- Teniendo en cuenta que me gustaría que tuvieras un hijo mío, creo que tengo derecho a protegerte.

- No me vengas con eso ahora mismo. Ni siquiera estoy embarazada.

- Sacaré el tema cuando me dé la gana. Eres mi esposa.

Nuestra discusión acabó a gritos en la habitación, y también acabó con las dos arrancándonos la ropa, presas del deseo, que es básicamente como acaban todas nuestras discusiones. Al final, entre las sábanas revueltas, Daniela me propuso un acuerdo. Mi seguridad se vería reforzada por la suya según fuera necesario, pero ella no tomaría el control. Yo accedí. Pero cuando esta noche salí con el vestido de fiesta, ella me estaba esperando con un traje inmaculado y una caja negra de cuero que me sonaba mucho. Al abrirla, descubrí un juguete negro y dorado, de aspecto inocente, aunque ya sabía que de inocente no tenía un pelo.

- O te lo pones tú o te lo pongo yo. Pero no vas a salir sin él.

- Es un evento de negocios, Daniela.

- El tiempo corre, María José. - Se miró el reloj -. Tienes quince minutos antes de la hora en la que se supone que debemos irnos. - Gruñí, una costumbre que me ha pegado ella, y repliqué:

- Solo si antes te pones de rodillas.

Levanté un pie, enfundado en un zapato de tacón altísimo, y lo apoyé en una silla antes de levantarme la falda del vestido para que pudiera ver el tanga reluciente que llevaba puesto. Sus ojos relampaguearon.

- Solo por ti. Con gusto.

- Más te vale.

Tres horas más tarde, me muero porque me arrastre a un rincón oscuro para suplicar que me folle, pero primero tengo que encontrarla en este mar de gigantes con máscaras de Mardi Gras que hacen juego con sus brillantes trajes hechos a medida. Saludo con la cabeza y sonrío, y agradezco el hecho de llevar una máscara para que nadie vea que estoy a punto de alcanzar el orgasmo. Me paso la siguiente media hora buscándola sin parar mientras me atormenta. ¿Dónde coño se ha metido? Cuando la encuentre, la mato.

V está montando guardia junto al ascensor, también con una máscara. Ha pedido ese puesto para poder vigilar la cocina y a Odile. No sé muy bien qué se cuece ahí, pero demuestra un afán protector en cuanto a ella se refiere. La verdad, me alegro de comprobar que es capaz de sonreír, sobre todo porque no he vuelto a oírlo hablar.

- ¿Dónde coño está mi esposa? - le pregunto al oído. Señala hacia abajo.

- ¿En mi despacho? - V asiente con la cabeza.

Qué zorra más retorcida. Bajo en el ascensor, pero se detiene en la primera planta antes de llegar al sótano. En el mostrador de recepción, Temperance está discutiendo con un hombre alto y corpulento, explicándole la norma de no entregar las llaves del coche.

- ¿Te encargas tú? - le pregunto al tiempo que mantengo abiertas las puertas del ascensor. Temperance se vuelve para mirarme mientras el hombre la fulmina con la mirada.

- Claro, jefa. Este se gana la vida practicando un jueguecito. Nada que vaya a darme problemas.

El hombre resopla por la nariz con fuerza, y se me pasa por la cabeza salir del ascensor para calmar los ánimos, pero el juguete que llevo dentro cobra vida de nuevo. Me aferro a la barra metálica que hay dentro del ascensor para mantener el equilibrio. Me recuerdo que Z también está fuera.

«No le va a pasar nada - me digo -. ¿Qué puede pasarle?»

Pulso el botón para cerrar las puertas y empiezo a dar golpecitos en el suelo con la punta del pie mientras el ascensor baja hasta el sótano. A medida que me acerco a mi despacho, oigo pasos procedentes del interior, y recuerdo la segunda noche que Daniela Calle me cambió la vida. Abro la puerta de golpe y miro hacia el círculo de luz que surge desde mi mesa.

- ¿Qué quieres? - le susurro -. ¿A qué has venido? - Se pone en pie y sus dedos se abrochan el botón de la chaqueta mientras su cara sigue oculta entre las sombras.

- Tiene una deuda conmigo, señora Calle, y he venido a cobrarla.

FIN

ME PERTENECES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora