CAPÍTULO 24

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POV MARÍA JOSÉ

Después de que Juana se vaya, Calle me acompaña de vuelta a mi suite, y es la primera vez que se me permite caminar por el laberinto de pasadizos ocultos y escaleras sin taparme los ojos. Sin embargo, mi atención está puesta en el incremento de sensibilidad que noto entre las piernas. A cada paso que doy, mi clítoris parece hincharse, y me acaloro. Los orgasmos espontáneos no existen, ¿verdad? Destierro ese pensamiento para centrarme en otra cosa. Como en el hecho de que algo ha cambiado en el despacho de Calle mientras Juana me hacía el piercing. Por primera vez, la he tocado de forma voluntaria, y sé que a ella no le ha pasado desapercibido. A lo mejor por eso me ha concedido el privilegio de ver dónde está mi habitación dentro de lo que supongo que es su santuario privado.

No tardo mucho en comprender que esto no es un único edificio. Son varios edificios conectados por pasillos y escaleras, construidos unos cien años antes de que yo naciera. ¿Mi mejor suposición? Estamos en algún lugar del Barrio Francés. Al atravesar un patio abierto, nos llega el bullicio de la ciudad y no parece muy lejano. Lo que significa que el edificio o los edificios están insonorizados. Es bueno saberlo. También atisbo una verja de hierro en la parte trasera del patio y las luces de un coche que pasa al otro lado, ya sea una calle o un callejón.

- Esta noche no te follaré a menos que creas que tienes el culo preparado después de haber llevado el dilatador toda la mañana. - La verja y el coche desaparecen al instante de mi mente mientras miro la miro .

- Pues ni de coña.

La oigo soltar una ronca carcajada mientras me conduce al interior de otro edificio, y supongo que aquí es donde está mi suite. Subimos dos tramos de escaleras antes de llegar. Ella abre la puerta y me hace un gesto para que entre, tras lo cual me sigue.

- En ese caso, será mejor que aceleremos tu entrenamiento. Usa el baño si lo necesitas y, después, quiero que te inclines sobre el borde de la cama, desnuda, y me esperes.

-¿Cómo? - El susto se debe a que esta noche ya ha sido bastante abrumadora.

-¿Cómo quieres que te dilate lo suficiente para poder meterte la polla si antes no te pones un dilatador más grande?

- ¡Solo ha pasado un día! Esto es un proceso que debería llevar semanas. - Ella se lleva una mano a la erección que se le marca a través de los pantalones.

- Tienes tres días, y estoy siendo generosa. Ve a prepararte.

Su tono, más suave que el que ha usado delante de Juana, tampoco invita a discutir. Y yo que pensaba que había cambiado algo... Al parecer, me equivocaba. Hago mis necesidades en el cuarto de baño y contengo la respiración cuando el piercing me roza el clítoris de repente y me provoca un ramalazo de placer. Por Dios. ¿Y si los orgasmos espontáneos existen de verdad? No me importaría.

Salgo del cuarto de baño y me encuentro a Calle con otra caja en una mano y un tubo de lubricante en la otra.

- Cuanto más tardes, menos te va a gustar esto.

Me muerdo el labio inferior porque sé que estoy excitada gracias al piercing, pero también por lo de antes. Me inclino sobre el borde de la cama, y me doy cuenta por primera vez de que tiene la altura perfecta para que me folle en esta postura. ¿Será intencional?

- Muy bien. Levántate la falda y enséñame ese culo respingón que tienes.

Esa forma de hablar es mi perdición. La obedezco, porque no puedo hacer otra cosa. No tiene sentido, pero así es como me siento mientras me muevo nerviosa en la cama y el nuevo piercing me roza de nuevo, provocándome otro ramalazo de placer que me recorre el cuerpo desde el clítoris.

- Joder, no sé qué me pone más, que me retes o que me obedezcas. - Me acaricia el culo con una mano de una forma casi reverente -. Por más ganas de follarte que tengo ahora, no voy a hacerlo. Pero ten por seguro que no voy a esperar una semana para disfrutar de ti.

Siento la frialdad del lubricante justo antes de que ella empiece a extenderlo alrededor de mi culo. Como ya sé lo que viene ahora, intento no tensarme. No puedo decir que no disfruté de esto esta mañana, aunque mi intención era la de detestarlo. Mientras me extiende el lubricante, me introduce un dedo hasta que deja de percibir resistencia por mi parte.

- Ya no es territorio virgen por completo - Me mete el dedo lubricado hasta el segundo nudillo y lucho contra el impulso de empujarlo -. Después de este dilatador, podrás aceptar dos dedos y así te dilataré más. Al final, podré meterte la polla, y ya verás lo que te va a gustar, joder.

Lo creo, y eso me asusta más que cualquier dilatador. Saca el dedo para lubricar el dilatador y siento que presiona el extremo contra mí.

- Pégate a la cama y, después, presiona hacia atrás mientras te lo meto. Este es más grueso. - Hago lo que me dice y la presión del pendiente me provoca una descarga de placer instantánea mientras ella me introduce el dilatador poco a poco. - Mi fierecilla por fin se ha convertido en una niña buena. Por fin acepta lo que le doy. Me deja que le folle el culo. Que le ponga un piercing en el clítoris. Se inclina sobre mi regazo...

Sus palabras me provocan un orgasmo al instante y me arrancan un grito que casi las silencian, aunque las oigo todas.

- Me cago en la puta... - Deja la frase en el aire y me coloca el dilatador con un último empujón.

Mientras suelto el aire de forma trémula, ella me baja el vestido, me da media vuelta y, antes de que me pueda poner de pie, ya está en la puerta del dormitorio. Lo único que alcanzo a ver mientras sale es la parte posterior de esa chaqueta confeccionada a medida que se le ajusta a la perfección a los hombros. Pero no lo hace de forma silenciosa, tal como es su costumbre. En esta ocasión, se va dando un portazo y me quedo más confundida que nunca. Siento un nuevo hormigueo entre las piernas, pero no son los «accesorios» los que me causan esta confusión. No, es una mujer a la que por primera vez desde que empezó todo esto no tengo ganas de mandar a la mierda.

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