CAPÍTULO 87

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POV MARÍA JOSÉ

Tres meses después

- ¿Adónde coño vamos? - Daniela masculla la pregunta en voz baja mientras subimos la escalerilla de su avión privado. El que pedí que preparasen para la luna de miel que he planeado. Me doy media vuelta y la miro con una sonrisa descarada.

- ¿Recuerdas que no me dijiste que íbamos a Dublín hasta que ya estábamos en el aire? Pues considera que se han vuelto las tornas, como es justo. Además, puedes mascullar todo lo que quieras. Me pone muchísimo.

- ...

- Paciencia, cariño. Paciencia.

Me fulmina con la mirada, pero no replica. Estoy segurísima de que le cuesta la misma vida no entrar en la cabina del piloto para exigirle que le diga el destino. El mismo al que he obligado a jurar que va a guardar silencio bajo la amenaza de despedirlo. Resulta que cuando amenazo a alguien, la gente ahora me toma en serio. Eso no quiere decir que los últimos dos meses hayan estado exentos de desafíos, claro. Destiny está encerrada en una institución donde recibe cuidados constantes y se somete a terapia y a medicación a espuertas. Le han diagnosticado un trastorno de identidad disociativo. Pero como es más lista que el hambre, ha intentado escapar en varias ocasiones. Por suerte, las fuertes medidas de seguridad del recinto han evitado que llegara muy lejos. Ha hablado mucho, eso sí, y entre los detalles que ha compartido está el hecho de que sabía desde hace años que Hope estaba enterrada en aquel mausoleo, porque siguió a Daniela en el aniversario de la muerte de su hermana y la vio depositar flores en la puerta.

Valeria por fin se despertó, loado sea Dios, pero no recuerda nada de lo sucedido. Creo que así es mejor. Está «de excedencia» en su trabajo, porque también está recibiendo terapia ocupacional y fisioterapia. Desde luego que se está beneficiando de todas las ventajas de que su hermana se haya convertido en reina.

La destilería va viento en popa, elaborando el mejor whisky irlandés del país. Claro que no soy objetiva. Aunque el almacén se incendió, casi no hubo pérdidas. El humo y las llamas dañaron algunos barriles, pero mi padre, con toda una vida de experiencia a sus espaldas, lanzó una hipótesis que resultó ser una genialidad: el humo y la carbonilla de los barriles le añadía un toque distinto al whisky, pero para bien. Cuando embotellamos unos cuantos de los barriles que ya habían envejecido lo suficiente, el sabor fue increíble. Algo que tal vez no podamos replicar jamás, y debido a su escasez, el precio se ha disparado. La etiqueta Fénix de Seven Sinners es una de las más caras y exclusivas del mercado. Estamos experimentando formas para ahumar y quemar nuestros barriles, pero esta vez sin que haya necesidad de llamar a los bomberos. También hemos lanzado una edición limitada del Espíritu de Nueva Orleans, y la respuesta ha sido increíble. Nuestro proyecto de expansión se ha convertido en la prioridad, porque necesitamos más capacidad... y ya vamos con retraso. En cuanto la expansión esté terminada dentro de unos sesenta días, empezaremos con las visitas guiadas y Nueva Orleans tendrá una nueva atracción.

Mis padres volvieron a Florida después de un mes, pero antes de marcharse, mi padre me dijo algo que llevaba esperando años: «No habría podido dejar la empresa en mejores manos. Estoy muy orgulloso de ti, María José, y has logrado cosas que ni soñé que Seven Sinners pudiera alcanzar. Tu abuelo, incluso tu bisabuelo, también estarían orgullosos. Eres una honra para el apellido de esta familia, niña». Todavía no les he dicho a mis padres que ya no llevo el apellido familiar ni que el pedrusco que tengo en el dedo no solo es un anillo de compromiso. Cuando le pedí consejo a mi mujer, su respuesta fue muy sencilla: «Cuéntaselo o no se lo cuentes. Haz lo que te apetezca. Siempre me aseguraré de que estén a salvo, hagas lo que hagas». Ajá... Sigo dándole vueltas al asunto, aunque estoy casi segura de que mi padre se ha olido de qué va. No es idiota, y la constante presencia de V en la destilería es una pista inconfundible de que algo ha cambiado mucho. Pero, para mi asombro, mi padre no me presionó y, de alguna manera, impidió que mi madre me hiciera demasiadas preguntas. Ya no vivo en la luz, pero Daniela tampoco vive en las sombras todo el tiempo. Hemos encontrado un punto medio que nos hace feliz, y dicho punto medio se va del país para que podamos ser Daniela y María José de nuevo, tal como lo fuimos en Dublín. Cuando intento sentarme a su lado, me sienta en su regazo.

- Vas a decírmelo. Exijo saberlo.

- ¿Lo exiges? Vaya, vaya, va en serio la cosa. A ver, con la reputación que tienes y tal...

- Joder, claro que va en serio, fierecilla. Deberías tenerme miedo, porque soy tu dueña. - Aunque su voz suena feroz y ronca, no puedo evitar sonreír.

- Así que mi dueña, ¿no? ¿Eso quiere decir que también eres dueña de mi culo? ¿O llevo un enorme dilatador anal porque sí? - Sorpresa. No es algo que vea a menudo en su cara, pero es lo que veo ahora.

- ¿Cómo dices? - Adopto una expresión severa.

- Jamás me repito. - Sus ojos miel relampaguean.

- En ese caso, supongo que tendré que comprobar por mí misma si te he oído bien.

El avión empieza a avanzar por la pista cuando sus labios se pegan a los míos. Me retuerzo en su regazo mientras el deseo que ya me late entre las piernas se dispara. Cuando por fin llegamos a altitud de crucero, me falta la blusa y estamos entrelazados en el amplio sofá situado en la cola del aparato.

- Necesitas un avión con dormitorio. Es hora de pasarse a un modelo superior, Daniela.

- De saber que me enamoraría de una mujer que me llevaría al límite con solo respirar, me habría comprado uno. - Me quedo paralizada al oírlo.

- ¿Me quieres?

Han pasado meses pero, aunque estoy casi segura de que me quiere, porque es una mujer que habla más con actos que con palabras, siempre he querido oír esas palabras.

- ¿Estás loca, fierecilla? Pues claro que te quiero. La idea de perderte casi acabó conmigo. Nunca he sabido cómo amar, pero tú me has enseñado. Tú has hecho que me sea imposible no quererte. - Me muerdo el labio mientras me escuecen los ojos por las lágrimas.

- No te atrevas a llorar. Ahora no.

- No me digas lo que tengo que hacer, Daniela Calle.

- Te diré lo que tienes que hacer cuando me apetezca, María José Calle. Sobre todo, cuando estés desnuda. - El escozor de las lágrimas desaparece.

- No me amenaces con hacerme pasar un buen rato. - Sus labios se apoderan de los míos, como siempre.

- Dime adónde vamos - me ordena de nuevo contra la boca.

- No. Todavía no.

- ¿Cuánto tiempo crees que vas a aguantar mientras te dejo al borde del orgasmo?

- Vamos a tener que comprobarlo...

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