CAPÍTULO 21

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POV MARÍA JOSÉ

Estoy hecha un desastre cuando Calle me sube de nuevo la tanga por las piernas y me lo pone en su sitio, asegurándose de presionar de nuevo contra la base del dilatador, lo que me provoca una nueva oleada de estremecimientos. De forma literal, figurada y cualquier otra que se te ocurra. Me levanta de su regazo como si no pesara nada y me deja de pie, aferrándome una cadera mientras el vestido se baja solo. Tan pronto como estoy de pie, recuerdo el motivo de este ejercicio.

- ¡Mierda! Voy a llegar tarde. - Salgo disparada hacia la puerta, pero su voz me detiene.

- Tienes tiempo de sobra. La reunión no empieza hasta dentro de una hora.

Me doy media vuelta y el fuego que me abrasaba el cuerpo se enfría de golpe.

- Me has mentido.

Se encoge de hombros a modo de respuesta para restarle importancia.

- Eres... - Me interrumpe antes de que pueda insultarla.

- De ahora en adelante, cada vez que me llames gilipollas o zorra, o que me insultes de cualquier otra forma o me digas que me odias, te inclinaré sobre mi regazo y sobre cualquier otra superficie plana que tenga a mano. Después, te azotaré el culo o el coño, o te follaré uno de los dos. Nadie me habla así sin afrontar las consecuencias, y tú ya has superado el límite.

Me trago el insulto que tengo en la punta de la lengua mientras me pregunto cómo coño no voy a insultarla ni a decirle que la odio. Me cabrea tantísimo que no puedo controlar mis reacciones. Nadie ha tenido nunca este tipo de poder sobre mí, y detesto que ella lo tenga. Enderezo los hombros y me yergo todo lo que puedo.

- No puedes controlarlo todo. - Ella se pone de pie.

- Te equivocas. Coge la gabardina. No te conviene llegar tarde a la reunión. - La cojo del suelo donde la he tirado y meto los brazos en las mangas.

- Es horrorosa.

- Es la única que tengo, así que supongo que tendrás que aguantarte con ella.

Me niego a mirarla. Mientras echo a andar hacia la puerta, soy consciente de que me sigue. La manga de su chaqueta me roza el brazo cuando me rodea para abrir la puerta y su calor me envuelve. Una vez que abre la puerta, la sorpresa me deja muda. ¡No tenía el pestillo echado en ningún momento! Podría haber escapado. En sueños. No habría dado ni dos pasos antes de que Calle me alcanzara. Y a saber qué castigo me habría impuesto. Aprieto el culo, demasiado consciente del objeto extraño que tengo dentro. Cicatriz me espera en el pasillo con la capucha. ¿Es demasiado esperar que sea sordo además de mudo?

- Asegúrate de que llega a la destilería antes de las nueve. Recógela a las seis. Esta noche no trabajará hasta tarde, porque tengo planes.

Me doy media vuelta para protestar, porque le está hablando a Cicatriz como si yo no estuviera presente, pero descubro que las facciones de Calle parecen talladas en granito. En este momento, caigo en la cuenta de que esta es la mujer que conocen sus empleados. La mujer que conoce todo el mundo. Fría y cruel cuyas órdenes jamás se ponen en tela de juicio ni se desobedecen. La mujer que gobierna con puño de hierro, sin guante de seda. Cuando esos ojos acerados se posan en los míos, es como si estuviera mirando a una persona distinta. No me cabe la menor duda de que esta mujer es tan implacable como asegura su reputación. Esta no es la mujer que me examinó con cuidado la herida anoche, antes de rociármela con fuego, pero no puedo negar que hoy ya no me duele gracias a sus cuidados. Esta tampoco es la mujer que estaba sentada en el salón, asegurándose de que disfrutara todo lo posible durante mi primera experiencia con el sexo anal. ¿Cuál es la verdadera Calle? ¿Quiero saberlo? ¿Importa? Las preguntas me persiguen mientras Cicatriz me entrega la capucha y me levanta en brazos en silencio. Me digo que son imaginaciones mías, pero juro que puedo sentir su mirada abrasándome la espalda mientras nos alejamos.

ME PERTENECES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora