CAPÍTULO 49

1.4K 106 0
                                    

POV CALLE

María José no asiste al momento de la inscripción. El motivo es que nos quedamos dormidas y la despierto con la cabeza entre sus piernas, torturándola con el piercing. Llamo al servicio de habitaciones y les pido que envíen toda la información necesaria para la inscripción, lo que nos concede unas horas más, durante las cuales no le permito salir de la cama. Al menos, hasta que decidimos que debemos comer.

Cuando María José entra en la fiesta de bienvenida que se celebra esa noche, la sigo un paso por detrás, y utilizo mi altura para echar un vistazo en busca de cualquier amenaza, manteniendo una expresión impasible. Mi fierecilla se toma mis consejos a pecho y no demuestra el menor titubeo ni inseguridad. Camina con el porte de una reina en esa estancia dominada en su mayoría por hombres. Las cabezas se vuelven para mirarla según avanza entre la multitud y no tiene nada que ver con el vestido de diseñador que lleva. Es magnética. Vibra por la energía.

- Todos se preguntan quién eres - le digo mientras pedimos en la barra.

Whisky irlandés para las dos, de la marca más vendida en el mercado.

- Más bien se están preguntando quién eres tú - susurra ella.

- ¿Quieres que apostemos?

María José pone los ojos en blanco.

- Contigo no. Me da que siempre ganas.

- Por fin lo vas captando.

Nos damos media vuelta y echamos un vistazo por la estancia mientras saboreamos el whisky. No puedo leerle el pensamiento, pero apostaría a que está buscando caras familiares y diseñando un plan de ataque.

Una sonrisa pugna por aparecer en mis labios, porque yo estoy haciendo lo mismo. Por suerte, no hay ningún conocido mío presente. Al menos, de momento. No me cabe duda de que mis tentáculos se extienden más allá de Nueva Orleans, y aunque he invertido bastante en el negocio de la distribución de bebidas alcohólicas, mi director general es quien da la cara. Yo solo me encargo de los detalles imprescindibles desde las bambalinas. Debe de estar en algún lugar de esta estancia; pero si valora su posición, le hará caso a la advertencia que le hice antes de marcharnos de Estados Unidos y no se acercará a mí. Esta semana es anómala para mí. No tengo por qué ser Daniela Calle, la mujer fría que inspira temor y respeto. Esta semana puedo ser quien me apetezca. El anonimato tiene cierto atractivo que me cautiva.

Mientras María José habla con sus proveedores, distribuidores y competidores, yo me mantengo al margen y dejo que sea ella la protagonista. Deja de ser la mujer desafiante y testaruda que me he propuesto doblegar y se transforma en una mujer de negocios astuta e inteligente. Eso no me sorprende, en absoluto. Llevo observándola el tiempo suficiente para saber que es así, pero nunca había tenido la oportunidad de verla en acción, tan de cerca. Va cautivando a todas las personas con las que se relaciona, y apenas si repara en mi presencia. Sin embargo, lo que me asombra es lo liberadora que me resulta la experiencia.

Ya de vuelta en la suite, María José sirve dos vasos de whisky irlandés y me ofrece uno.

- Sláinte - dice al tiempo que acerca su vaso al mío y se oye el tintineo del cristal. Repito el brindis en voz baja, y ella se lleva el vaso a los labios para apurarlo de un trago.

- ¿No lo saboreas? - Niega con la cabeza.

- No es tan bueno como el Seven Sinners. No muchos lo son.

Si viniera de cualquier otra persona, parecería un comentario chulesco, pero viniendo de ella, es una afirmación sin más. Cree en su producto al cien por cien. Tal vez más de lo que yo he creído en algo a lo largo de mi vida. Abre otra botella y sirve un poco en otro vaso.

ME PERTENECES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora