CAPÍTULO 48

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POV MARÍA JOSÉ

Me despierto, sobresaltada, en brazos de Calle cuando me deja en el asiento trasero de un coche.

- ¿Dónde estamos?

- En Dublín. Te has perdido el resto del vuelo. Y que sepas que roncas.

Me quedo boquiabierta.

- De eso nada.

Esboza una sonrisilla torcida.

- Lo haces a esa altitud y cuando estás borracha.

El chófer cierra la puerta, y fulmino a la con la mirada, pero es imposible mantener el enfado cuando el coche se aleja del aeropuerto y enfila las calles que se internan en Dublín. La emoción me embarga. He querido venir toda la vida. Es la ciudad, el país, del que procede una parte de mi familia, donde nació nuestro whisky. Es mi legado. Mis raíces. Todavía no puedo creerme que la mujer que tengo al lado sea quien haya convertido mi deseo en realidad.

- Por fin estoy aquí - susurro mientras clavo la mirada al otro lado de la ventanilla, admirando las maravillosas vistas a medida que nos acercamos a la ciudad. Es muy temprano, y la ciudad empieza a cobrar vida.

- ¿De qué parte de Irlanda es tu familia? - me pregunta Calle.

- De aquí, de Dublín.

- Entonces tiene sentido que siempre hayas querido venir.

Asiento con la cabeza mientras se me forma un nudo en la garganta.

- La destilería original se cerró cuando el mercado del whisky se fue a pique, y mi bisabuelo trasladó a la familia durante la Ley Seca. Acabaron en Nueva Orleans, y él empezó a hacer whisky de forma ilegal porque nadie lo contrataba.

- Debe de ser agradable saber de dónde vienes.

Aparto la mirada de la ventanilla para clavarla en ella, pero Calle ya ha vuelto la cara. Recuerdo la historia que me contaron sobre ella, que la abandonaron de pequeña delante de una iglesia. Siempre me he preguntado si es verdad, y sus palabras me hacen creer que sí.

- Te busqué en Google, ¿sabes? - No era mi intención admitirlo, pero se me ha escapado. Cambia de postura y vuelve a concentrarse en mí.

- ¿Y?

- No había nada. Pero nada de nada. ¿Cómo es posible?

- Dinero. Poder. Mi deseo de mantener la privacidad. El miedo de los demás.

- ¿Alguna vez has empleado ese dinero y ese poder para encontrar tus raíces?

Su expresión se endurece.

- No, y nunca lo haré.

- ¿Por qué no? - Sé que debería dejarlo estar, pero soy incapaz de no hacer la pregunta.

- Porque quien me diera a luz no tiene absolutamente nada que ver con quien soy o con lo que hago, joder.

Abandono el tema y vuelvo a mirar por la ventanilla, deleitándome con Dublín mientras enfilamos las estrechas calles antes de cruzar el río Liffey. Sin embargo, la emoción que siento está empañada por la respuesta de Calle. No quiero ni imaginarme lo que se siente cuando te abandonan. Al saber que tus padres no te querían. Mi padre siempre quiso tener un hijo varón, pero acabó con tres hijas, y ya era bastante malo ser consciente de ese hecho mientras crecía. Sin embargo, en comparación, mi infancia fue un cuento de hadas al lado de la suya.

Por primera vez, cuando miro su perfil, no veo a la persona que ostenta el poder necesario para hacer que mi cuerpo me traicione, la persona que me come la cabeza. En cambio, veo a una mujer que ha luchado contra viento y marea para llegar hasta donde está ahora. No sé cómo ha construido el imperio que rige, y dudo mucho que reciba de buen grado semejante pregunta. Quién iba a decir que solo hacía falta un vuelo transatlántico y un paseo en coche por la ciudad que llevo toda la vida deseando visitar para darme cuenta de que Daniela Calle no es un mito ni una leyenda. Solo es una mujer. Peligrosa, sí, pero una mujer al fin y al cabo. «Eso no cambia nada», me digo, pero no estoy segura de creerlo.

ME PERTENECES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora