CAPÍTULO 79

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POV MARÍA JOSÉ

Me despierto con las manos atadas a la espalda. Un hedor espantoso me inunda las fosas nasales.

- Por Dios, ¿qué es eso?

- Cabrona, ¿por qué no te mueres de una vez?

Abro los ojos de golpe y me concentro en la luz de la linterna y en la rubia que está un poco más allá, con el pelo casi blanco a la luz de la luna. No la he visto en la vida.

- ¿Quién coño eres? - Mascullo las palabras como puedo, porque el hedor casi consigue que eche todo lo que he cenado.

- Soy la única que la entiende. La única que puede estar con ella. Soy su destino.

- ¿De qué coño estás hablando?

Intento sentarme, pero toco con una mano algo que cruje y que se desmorona bajo mis dedos. Aparto los ojos de ella un segundo para ver qué más ha iluminado la linterna.

- ¡Ay, Dios, ay, Dios!

Estoy sobre una pila de cadáveres. Esqueletos. Cuerpos en descomposición. Todos con ropa de mujer. La luz de la luna se filtra por unas grietas del techo y me revela que estoy en un mausoleo. «No. No, esto no está pasando. Es una pesadilla.» Siento la bilis en la garganta cuando la veo levantar una pistola para apuntarme.

- Si quieres que algo se haga bien, siempre tienes que hacerlo en persona.

Aprieta el gatillo al tiempo que intento levantarme y echarme hacia atrás. La bala me atraviesa el hombro con un dolor lacerante, y el impacto me deja sin aliento al tiempo que caigo de costado sobre algo blando. La luz de la linterna se mueve cuando ella se da la vuelta para marcharse, pero antes de que cierre la puerta, el haz de luz ilumina una cara a pocos centímetros de la mía. La cara de Valeria. «Ay, Dios, no.»

- ¿Qué coño has hecho, loca de los cojones? - grito.

- Tú eres la loca de los cojones. Fue mía primero y siempre será mía. Ninguna de vosotras tiene una segunda oportunidad - dice la mujer mientras el último rayito de luz desaparece para dejarme, herida y sangrando, junto a mi mejor amiga.

- ¡Socorro! - grito hasta que me quedo sin voz y la oscuridad lo engulle todo de nuevo.

POV CALLE

- ¿Dónde coño estás? - le pregunto a J -. La policía no se ha presentado. ¿Quién coño ha dado el chivatazo? Porque como sea mentira, van a rodar cabezas.

- Es una fuente fiable. Voy de camino. Llego en cinco minutos, jefa.

V sigue sin encontrar a María José. El coche de Temperance no está. J viene de camino, y a mí se me está yendo la olla. El colgante. El rastreador GPS. María José todavía lo lleva puesto. Abro la aplicación y espero lo que me parece una eternidad a que se cargue. Sin señal. Se me ha olvidado que en el casino hemos bloqueado la señal inalámbrica y todo acceso a internet. Joder. Joder. Salgo corriendo del casino y recorro el laberinto de pasadizos hasta mi despacho. Una vez allí, intento que la aplicación cargue en el móvil mientras enciendo todas las pantallas de mi ordenador. Cuando por fin consigo que se cargue en el sobremesa, J entra en mi despacho.

-No tiene sentido, joder - susurro. La localización es una que conozco bien, un lugar que visito al menos dos veces al año. Tiene que estar mal.

- ¿La ha encontrado V, jefa?

- No. V no la ha encontrado, joder. Acabo de hacerlo yo, y quiero que me digas qué coño está pasando.

Miro a J a la cara, y veo que tiene la melena rubio platino suelta alrededor de los hombros en vez de recogida con el severo moño que suele llevar.

ME PERTENECES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora