CAPÍTULO 7

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POV MARÍA JOSÉ

Decido esperar un día antes de hacer una locura. Al fin y al cabo, ya está todo dicho, porque es el Día. El día de pago.

- ¿Que quiere que le tatúe el qué en el culo? - El gigante barbudo me mira con una cara de sorpresa que no habría esperado en un salón de tatuajes de Nueva Orleans llamado Voodoo Ink.

- A ti te da lo mismo, ¿no? - Se inclina hacia delante y apoya los brazos, tatuados de arriba abajo, en el mostrador.

- Mire, señora, para empezar, tengo la agenda completa durante los próximos seis meses. - Me cruzo de brazos y lo miro como si sus palabras no me impresionaran, aunque lo hacen. «¿Quién iba a decir que este sitio era tan bueno?»

- No creo que vaya a tardar más de quince minutos. Seguro que puede hacerme un huequecito en su ajetreada agenda.

Alguien se echa a reír en la trastienda y se oye el repiqueteo de unos tacones sobre las baldosas blancas y negras que se dirigen a la parte delantera del local. Una mujer delgada, de piel blanca con su pelo teñido de un color rosa me mira fijamente.

- La única razón por la que una mujer quiere tatuarse «Sin Dueño» en el culo es por una mala ruptura.

-¿La clase de ruptura que acaba con el marido infiel calcinado dentro de un coche en Ninth Ward? - Los miro a ambos mientras siento una opresión en el pecho al soltarlo con tanta brusquedad, pero las cosas son como son.

El hombre se aparta del mostrador y la mujer pone los ojos como platos. El cambio en su forma de comportarse hace que crea que ya saben quién soy. La muerte de Johann desde luego abrió los telediarios.

- Me temo que hoy no podré ayudarla y tengo la sensación de que la mayoría de los salones de la ciudad le dará la misma respuesta - dice él, y su voz ronca se ha suavizado un poco. La mujer rodea el mostrador.

-¿Qué te parece si vamos a tomarnos un café aquí al lado y así puedes «confesarte con una desconocida» para sacártelo de encima sin cometer el terrible error de hacerte un tatuaje espantoso del que te arrepentirás toda la vida?

Tengo que morderme la lengua para no decirle que mi vida seguramente no vaya a ser muy larga y, en cambio, sigo el contoneo de su falda retro de color rosa, con un cancán negro que asoma por debajo del dobladillo, cuando sale delante de mí del salón de tatuajes. La cafetería de al lado en realidad es una pastelería especializada en dónuts llamada «Tu agujero preferido». Nunca he entrado porque cada dónut que como se me va al culo que quería tatuarme y casi todos los vaqueros que tengo ya me van justos. La mujer pide por las dos sin molestarse en preguntarme qué me apetece. La camarera nos prepara las bebidas en tiempo récord y nos da una bolsa con bolitas de dónut.

- Este es para ti. - Señala con la cabeza uno de los vasos y coge el otro más la bolsa de bolitas para llevárselas a una mesa. Cojo el café y la sigo.

- Me llamo Juana, por cierto - dice al tiempo que extiende la mano libre.

- María José.

- Garzón, ¿verdad? Me lo he supuesto después de lo que has dicho. No mucha gente puede repetir ese desastre. Pero, la verdad, me ha parecido reconocerte antes de eso. Haces un whisky irlandés que es la leche. Me encanta el de malta, y también ese cóctel que haces con limonada y una hojita de menta. De verdad, está de muerte. - Hace una pausa -. Y, para que lo sepas, siento muchísimo lo de tu marido. Pasara lo que pasase, fue espantoso.

Por algún motivo, me entran ganas de llorar, pero me contengo. Ya he llorado más de la cuenta por Johann. En cambio, replico: - No sabes cuánto. - Bebe un sorbo de café antes de soltar el vaso en la mesa.

ME PERTENECES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora