CAPÍTULO 82

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POV MARÍA JOSÉ

— Despierta, cariño. Abre los ojos. Por favor, María José. — La voz invade mi conciencia. Me pesan muchísimo los párpados. Tomo una bocanada de aire, pero siento un peso en el pecho.

— Ay.

— ¡María José! ¡Cariño! Vuelve con nosotros. Por favor.

Alguien me da un apretón en una mano. Abro los ojos como puedo, pero lo veo todo borroso. Quiero preguntar qué ha pasado, pero lo único que sale de mis labios es un:

—¿Quéeeee...?

— Estás bien. María José, vas a ponerte bien. Ya lo verás.

Me duele la garganta. Me duele el hombro. Me duele la cabeza. ¡Me duele todo! Creo que no quiero volver a moverme nunca. Juraría que me he sentido así antes. Paredes blancas. Desinfectante. Pitidos. ¿Estoy soñando? Una voz interior me grita que me despierte de una puñetera vez, y parpadeo dos veces para aclararme la vista. Sin embargo, la cara que descubro delante de mí no es la que esperaba ver. Me incorporo en la cama del hospital y miro a un lado y a otro. En esta ocasión no hay otra cama vacía al lado de la mía. Gimo e intento decir algo, pero lo único que sale de mi garganta es una especie de gruñido. ¿Dónde está Daniel? Eso es lo primero que pienso. ¿Dónde está Daniela? Pero no es la pregunta que sale de mis labios.

— ¿Mamá?

— Gracias a Dios. En la vida nos des otro susto semejante. — Sus ojos, de un tono más oscuro que los míos, se llenan de lágrimas y su cara parece mucho más envejecida que en la última foto suya que vi.

— Por el amor de Dios. Gracias, Señor. — La voz grave de mi padre se impone a la de mi madre mientras entra en mi campo de visión.

— ¿Papá? — No tiene sentido. ¿Cómo han llegado mis padres aquí? ¿Y dónde está Daniela? —. ¿Cómo...?

— Calla, cariño. No hables. Has estado horas en el quirófano. Nos han dicho que te dolería la garganta por la intubación. Por el amor de Dios, cuando recibimos la llamada de la empresa de seguridad y no cogías el teléfono, y luego nos llamó Millie horas después diciéndonos que llegarías sola en una ambulancia... — ¿Sola? A mi madre se le quiebra la voz, pero sigue: — Nos saltamos todas las leyes de tráfico para llegar aquí cuanto antes. No sabía si ibas a sobrevivir o no.

¿Millie? El cerebro me funciona muy despacio mientras examino la habitación de nuevo, mirando más allá de mis padres en busca de una cara que necesito ver pero que no encuentro. Millie. La prima de mi madre, una enfermera de urgencias. Eso explica cómo lo descubrieron mis padres, pero... ¿sola?

— ¿Qué ha pasado? — pregunto de nuevo, pero siento el efecto de los medicamentos que me ralentizan el pensamiento —. ¿Dónde...?

— Te dispararon — contesta mi padre —. Los técnicos de emergencias sanitarias que te trajeron y la ambulancia en la que viniste han desaparecido. ¿Qué coño te pasó, niña?

Mi padre habla con ira y miedo, y con una emoción que hacía mucho tiempo que no oía en él. Al tragar saliva, el labio me empieza a sangrar, y mi madre se pone en acción.

— Agua. Necesitas agua. — Me acerca la pajita doblada a los labios antes de que pueda replicar. Bebo un sorbo, y la frescura que me baja por la garganta me alivia.

— ¿Un disparo?

— Calla, cariño. No pasa nada. Ahora mismo no necesitas preocuparte. Solo... descansar. Estamos muy contentos de ver esos ojos tan bonitos que tienes. Voy a llamar a la enfermera.

ME PERTENECES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora