CAPÍTULO 88

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POV CALLE

- ¡Por favor! ¡Deja que me corra!

- Dímelo.

Mi esposa me enseña los dientes como un animal salvaje. Puedo asegurar que lo es por las marcas que tengo en la espalda, y no la querría de otra manera. Le pego el dilatador al culo mientras disfruto al sentir cómo lo empapa con su humedad y le acaricio el piercing con la lengua.

- ¡No!

- Qué fierecilla más terca. - Jugueteo con el dilatador. - Me muero por escuchar como gritas mi nombre cuando tenga ese culo tuyo.

Arquea la espalda y se pega a mí. En realidad, me importa muy poco adónde vamos, pero estar con María José, sobre todo cuando estamos en mitad de una lucha de poder que llevamos a cabo desnudas, es lo que más me gusta del mundo.

- Eso ya lo veremos.

Pronuncia las palabras entre dientes, desesperada por alcanzar el orgasmo que le niego, aunque al final le permitiré alcanzarlo, porque soy incapaz de negarle algo durante mucho tiempo. Cuando grita mi nombre, me enorgullezco de que se haya contenido para no decirme lo que quiero. Nunca antes me habían gustado las sorpresas, pero con María José todo es distinto. La vida ya no es en blanco y negro. Está llena de color, y no solo de dorado.

- ¿Vas a ponerte a ello, Daniela, o todo el trabajo de preparación ha sido para nada?

Me desafía todos los días. Me mantiene en vilo, y con la polla dura, casi las veinticuatro horas del día.

- Ah, fierecilla, ya deberías saber que no es bueno ponerme a prueba.

Le saco el dilatador del culo y cojo el lubricante que tiene guardado en el bolso. ¿He mencionado ya que es la mujer más previsora que he conocido? Me unto los dedos con el lubricante antes de meterle uno en ese culito casi virgen.

- ¿Quién es el dueña de este culo? - Me mira con expresión rebelde.

- Yo. - Le meto un segundo dedo y pulso un botón del mando a distancia que tengo al lado.

- ¿Y si probamos otra vez?

- ¡No es justo! - Su voz se vuelve más aguda al tiempo que se frota contra mis dedos y las vibraciones le recorren el cuerpo desde el juguete que tiene en la vagina -. Me corro.

- No hasta que te la meta en este culito mío. Mi mujer. Mi esposa. Mi amor. - La ternura asoma a su cara.

- No juegas limpio.

- Nunca lo he hecho. Y nunca lo haré. Contigo no. Ahora dime lo que quiero oír. - Le meto y le saco los dedos, y sus músculos se tensan.

- Te quiero.

- ¿Y qué más?

POV MARÍA JOSÉ

No sé cómo, pero siempre gana. Aunque, por suerte para mí, cuando ella gana, también gano yo. Daniela me saca los dedos y coge una toallita húmeda que yo ya he impregnado con el gel lubricante. Porque aunque técnicamente sigo siendo virgen por ahí, ya tengo mucha experiencia en el tema. Se cubre la polla de gel y me tenso al sentir la punta. Me saca de un tirón el vibrador de la vagina y me lo acerca al clítoris.

- ¡No es justo!

Me la mete de inmediato un poco, traspasando la barrera inicial de músculo y haciendo que mis terminaciones nerviosas vibren de placer al tiempo que empiezo a ver estrellitas.

- Dímelo - me ordena mientras me tortura el clítoris.

- Tú eres mi dueña. - Veo un brillo triunfal en sus ojos mientras me penetra, y las sensaciones hacen que el resto de mis palabras parezcan un gemido -. Pero yo soy tu dueña. - Mi esposa sonríe mientras me la mete entera.

- Desde luego que sí, joder. En cuerpo, corazón y alma.

Se retira y me la mete de nuevo, pero yo ya estoy al borde del orgasmo. Me corro una y otra vez hasta que ella ruge al llegar al clímax, y sus gemidos resuenan en el interior del avión. Nuestros corazones laten al unísono y el sudor perla nuestras frentes.

- Ahora dime, ¿adónde coño vamos? - Sonrío.

- Ya lo verás.

POV CALLE

Mientras el avión toca tierra en el aeropuerto, María José saca una carpeta de su bolso y me la da.

- ¿Qué es esto?

- No te enfades. - Me tenso al detectar la cautela de su voz.

- ¿Por qué iba a enfadarme?

- Porque te robé una muestra de ADN, la envié bajo un nombre falso, usando un apartado de correos y... - Parpadeo dos veces mientras repito mentalmente lo que acaba de decir.

- ¿Para qué narices has hecho eso?

Le quito la carpeta de las manos y la miro. Nunca he querido saber nada de la mujer que me dejó delante de una iglesia, pero no puedo negar que siempre me he preguntado por mis orígenes, sobre todo después de ver cómo María José se sintió al estar en Dublín.

- Porque quería que supieras dónde están tus raíces. Quería que pudiéramos decirles a nuestros hijos cuáles son sus raíces... por parte de sus madres. - La miro a los ojos.

- ¿Estás...? - María José niega con la cabeza.

- Todavía no. Pero quiero que pronto tengamos una conversación al respecto.

Niños. Una familia. Cosas que nunca me había planteado antes de conocerla, pero que ahora me planteo a todas horas. Acostumbraba a evitar cualquier vínculo con otra persona por temor a mostrar un punto débil, pero ahora no me cabe duda de que en María José reside mi fuerza. Ella me ofrece un motivo para levantarme todas las mañanas y regir mi imperio con honor. Aunque sea un imperio tiznado y deslucido. Abro la carpeta y veo los resultados en la primera página. 73% Italia/Grecia

- Bueno, entonces ¿dónde estamos? - Levanto la vista de la página, alucinada.

- En Grecia. Se me ocurrió que podíamos empezar aquí y ver qué te parece. Después iremos a Sicilia. Me parece muy apropiado. Y luego iremos donde más te apetezca.

- No sé qué decir.

- No hace falta que digas nada. Solo quería darte algo que pensé que tú nunca te darías. Algo que tú me diste. La oportunidad de ver de dónde procedo.

- Estoy... no sé ni qué decir, joder.

- No pasa nada. Pero por si te lo preguntas, da igual de dónde procedas. Lo único que importa es que te has convertido en la mujer que eres. En la mujer que quiero. Con la que voy a compartir el resto de mi vida. Con la que voy a formar una familia. La mujer que, algún día, conocerá a mis padres. A ser posible, antes de que tengamos a nuestro primer hijo. Lo último lo dice entre carcajadas. - Me pongo de pie y tiro de ella para que se levante de su asiento.

- Pueden venir a Italia, y allí me los presentas. Grecia será nuestra luna de miel. Los padres están prohibidos. - María José sonríe de oreja a oreja.

- Trato hecho.

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