CAPÍTULO 17

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POV MARÍA JOSÉ

Solo hay una prenda colgada en el enorme vestidor: un vestido negro de seda, con un pronunciado escote de pico que es imposible que me tape las tetas y dos rajas a ambos lados de la falda que suben hasta las caderas. Echo un vistazo para buscar la lencería a juego, pero no hay nada. Miro en todos los cajones del mueble central, pero están vacíos. Así que básicamente espera que parezca un zorrón elegante para cenar. Genial. Algo dorado me llama la atención, algo que cuelga de la percha donde está el vestido. Una cadena de oro con un diminuto candado. ¿El símbolo de mi cautiverio? Como si necesitara el recordatorio... Al coger el vestido de la percha, cae una nota al suelo y me agacho para cogerla. Cámbiate de inmediato.

No te saques el vibrador.

La arrogancia de su voz resuena en mi cabeza, como si acabara de oír las palabras que ha escrito. «Que te jodan», es lo primero que se me ocurre después de leer la nota. Ahora mismo, me duele la mano y estoy un poco borracha, y no estoy dispuesta a obedecer ciegamente a esa mujer como hace todo el mundo. A lo mejor es el champán lo que me otorga esta valentía; pero quiero pensar que no, porque tampoco estoy tan borracha. Si lo estuviera, no me dolería la mano. Y no solo la mano. Porque cuando Temperance me ha contado lo que Johann intentó que hiciera, me ha dado un bajón. Me escuecen los ojos por las lágrimas mientras me apoyo en la cajonera para sostenerme. Me tienta la idea de acurrucarme aquí en el vestidor y echarme a llorar. Pero me detiene una cosa. O, mejor dicho, me detiene una mujer.

- ¿Eres incapaz de seguir una sola orden? Porque te creía más lista.

Levanto la cabeza y la veo en la puerta del vestidor, después de haber hecho otra de sus silenciosas entradas.

- ¿Cómo lo haces? Y ¿por qué? - Frustrada, resoplo -. ¿Sabes qué? No me contestes. Me da igual. Esta noche no estoy de humor para lidiar con tu chulería y tus chorradas. Me importa una mierda todo.

Su expresión se vuelve más malévola con cada palabra que sale de mis labios, lo que me indica que estoy adentrándome en terreno peligroso.

- ¿Qué coño acabas de decirme?

Luchar o morir en el intento. ¿No es eso lo que he jurado hacer?

- He dicho que no estoy de humor.

Entra en el vestidor y cierra la puerta. No sé si es para hacer el numerito de aquí mando yo o qué, pero la estancia parece disminuir de tamaño al instante.

- Repítelo - me ordena.

Enderezo la espalda y enfrento su mirada.

- No estoy de humor para lidiar con más gilipollas esta noche, joder. ¿Vale?

Levanto las manos como si ya no supiera qué hacer con ella. Algo que es cierto. La expresión de su cara pasa de la furia a la rabia en décimas de segundos y su voz se convierte en un susurro ronco:

- ¿Quién coño te ha tocado? Rodarán cabezas y seré yo quien lleve el hacha.

Antes de saber lo que sucede y a la velocidad de la luz, extiende un brazo y me agarra la mano herida por la muñeca. Ahora mismo, estoy intentando asimilar sus amenazas y sus movimientos; y desde luego que me arrepiento de haber bebido champán.

- ¿Qué? Nadie. Bueno, nadie más que tú. Y supongo que Cicatriz cuando me lleva de un lado para otro como si fuera una inválida incapaz de andar.

- Entonces, ¿qué cojones es esto? - Me levanta la mano mientras mira la gasa y el esparadrapo.

ME PERTENECES Donde viven las historias. Descúbrelo ahora