YO CONFIESO (BORRADOR)

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He llegado hoy mismo por carretera al Pueblo de Barbantú. Un pueblo pequeño rodeado de montes, arroyos y gentes simples. Durante mis años en la capital, nunca lo escuché nombrar y ahora entiendo por qué. La misión que se me concede queda tan alejada que perdí la cuenta de los transportes a los que subí para llegar hasta aquí. A decir verdad me ha gustado la estructura de la iglesia, pero todo está bastante descuidado. Mi primera impresión es que mi nueva parroquia se haya consumida por el aburrimiento, claro está es un área rural y tan solo cuenta con ciento veintiún habitantes, si me incluyo yo.

A mi llegada fui recibido por Blanca Paz que sirve como secretaria y tesorera de la iglesia. Había dejado todo cuanto pudo organizado para mi recibimiento y durante la charla me contó que es miembro de la parroquia desde hace veinticinco años. Por sus historias dejó ver que trabajó codo a codo con el antiguo Párroco, El Padre Capallán.

Lamento no haber tenido la fortuna de conocer a mi predecesor. Su salud fallaba y tenía urgencias de volver a la Capital. Sin embargo, ha tenido la amabilidad de dejarme un cuaderno con las instrucciones a seguir para lograr el cabal funcionamiento de su parroquia.

Por otro lado, encontré que Blanca se mostró inquieta al verme llegar. Imagino que trabajar del lado de uno de tus mas fieles siervos por tantos años y verle partir debe ser muy conmovedor. Espero poder reconfortarla y avivar el ánimo de cada uno de los miembros de nuestra congregación.

Algo que encontré poco alentador es que el Padre Capallán inicia su escrito contándome que son pocos los asistentes a las misas y que es un pueblo dedicado a los vicios y al pecado. Pide con fervor que haga lo mejor para que todo esto sea reformado. No sé si estaré a la altura, Señor. Mi experiencia es poca aunque mi tesón es fuerte.

Padre, pongo en ti mi camino. Pido tu bendición y tu guía. Fortaleceme cada día y permite que pueda mi amor por ti llegar a los corazones de las almas que aquí habitan.