Padre amado,
He rezado sesenta actos de constricción, cuarenta padres nuestro y cincuenta Ave María. Me arrodillo ante tu altar y ofrezco ayuno y penitencia para que me redimas de mis pecados y esta noche dormiré en el suelo de piedra de mi habitáculo. Todo por ti, para que perdones mi transgresión.
Una hora antes de la misa Jorgina llegó sin aviso. Había dicho que se confesaría el sábado como todos los demás, pero por alguna razón no se apareció en la iglesia, aunque si de he confesar es cierto que la esperé.
— Ave María Purísima — dijo murmurando.
— Sin pecado concebida.
Se santiguó y dijo: — En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
— El Señor esté en tu corazón para que te puedas arrepentir y confesar humildemente tus pecados — musité.
Padre,
Vengo a hacerle una confesión muy grave.
— Puedes hablar bajo secreto de confesión.
— Esto no se lo he dicho a nadie. Así que no hay manera de que nadie lo sepa. Solo tú. — advirtió.
Tomé aire sin hacer ruido y apreté el rosario entre mis dedos.
— Es que no sé que me pasa. Por las noches tengo sueños. Son unos sueños muy raros que no alcanzo a comprender y me hacen levantarme con el corazón agitado.
— A ver. Continúa.
— En mis sueños estoy en mi cama, totalmente desnuda. Veo mi piel y el lunar cerca de mi obligo. Me veo los pechos amplios y mis cabellos caer lánguidos por mis hombros.
Cuando terminó la frase, yo no pude mas sino imaginarme su cuerpo desnudo tal y como lo estaba describiendo y luego, lo que siguió no solo me lo imaginé sino que lo sentí como si lo estuviera viviendo.
Apreté el rosario entre mis manos y crucé las piernas con fuerzas para no sentir ningún tipo de sensación carnal. Ella inocente de mis reacciones físicas prosiguió:
— Sueño que una mano se desliza por mi entrepierna. Intento reconocer al intruso pero no le veo la cara. Está agachado a mi lado pero no consigo mover la cabeza para observarlo bien. Al principio me resisto pero cuando la mano para mis labios le imploran que continúe. La mano entonces sigue hurgando mas profundo en mi ser y mi cuerpo luego se convulsiona y se retuerce de placer. Luego me despierto bañada en sudor y el camisón mojado justo en la entrepierna, Padre. No sé si llamar a esto pesadillas, porque la verdad es que me gustan y espero cada noche a que venga el sueño porque a veces es incluso mas largo y mas real. ¿Quiere que siga, Padresito?
Mis labios estaban sellados. Mis piernas cruzadas cortaban la circulación en mi entrepierna. El silencio se hizo largo porque no me di cuenta cuanto tiempo pasé aguantando la respiración.
— ¿Padre Emilio?... Padre Emilio, ¿estás ahí?
Volví en mi en un instante y me revolví incómodo en el confesionario.
— Sí — respondí tratando de que mi voz no mostrara ninguna expresión.
— ¿Qué será eso, Padre? Dime que hago.
— Ponte a rezar — dije como quién traga humo del cigarro.
— Pero Padre. ¿Rezo qué? ¿Y después de que rece se me quitará esto?
— Sí Jorgina. Se te quita. Reza veinte Ave María y si los sueños continúan reza dos rosarios.
— Está bien, Padre. Yo vengo en la semana y le cuento. Échame la bendición.
Con voz trémula contesté — Yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Me levanté del confesionario sin dirigir la vista a Jorgina y fui directo, Padre a echarme una ducha de agua fría. Me palpitaba la cien y me dolía la entrepierna pero no atenté en ofenderte. Mantuve mi voto y enseguida salí a la misa.
La ceremonia transcurrió como una celebración de paz. Los feligreses se mostraron mas fervientes y entusiasmados en tu fe, pero temo que por mi parte, luego del revuelo durante la confesión y por acto de omisión he cometido sacrilegio.
Verás Señor, durante la celebración de la misa, Jorgina se ubicó en el banco principal, directamente en frente de mi y yo a sabiendas de que estaba ahí, hice un esfuerzo sobrehumano para no mirar en su dirección.
Estaba aferrado a entregarlo todo en este Día y honrarte a ti Señor y tú que conoces mi corazón, lo sabes muy bien.
"Líbranos, Señor, de todos los males y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo"
Los feligreses respondieron a tu gloria con el debido: "Tuyo es el Reino, tuyo es el poder y la gloria por siempre, Señor".
En ese momento me preparé para recordarles el mensaje que dejaste a tus discípulos y con voz solemne declaré: "Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles ̈¨La paz os dejo, mi paz os doy" no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concedele la paz y la unidad. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos"
Todos respondieron un fuerte y claro "Amén" que me reconfortó y me dio seguridad.
Yo proseguí con calma la ceremonia."La paz del Señor esté siempre con vosotros"
Todos respondieron: "Y con tu Espíritu" Yo continué con el habitual "Daos fraternalmente la paz"
y el coro comenzó a cantar. Los feligreses comenzaron a abrazar a sus compañeros, los mas cercanos a
sus asientos y fue en ese momento que sucedió.
Jorgina abandonó su banco y subió los dos escalones hacia el púlpito y me estrechó en un abrazo tan fuerte que fue imposible evitar que sus proporcionales pechos se apretaran contra mí. Confieso Padre que me tembló la pierna y se me aceleró nuevamente el corazón. Por primera vez sentí el calor y la intimidad de una mujer en mas de una década. Un mar de emociones prohibidas y desechadas desde hace mucho atrás, pero confieso Señor, que con tristeza lo añoré.
Te pido perdón Padre.
Juré entregarlo todo a tu causa, pero de algún modo hoy te he fallado.

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YO CONFIESO (BORRADOR)
General FictionSoy el párroco asignado a este variopinto y caluroso pueblo. Mi fe y mi entrega a Dios constituyen la fuerza y la razón de mi existir; pero desde que llegué a este lugar tan lleno de intrigas y tentaciones se han quebrantado mis cimientos y se ha a...