YO CONFIESO (BORRADOR)

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Señor,

La culpa se ve aliviada por el tenue velo del amor y aunque el conflicto aminora dentro de mi, todavía cargo con la pesada cruz de la infracción a la fidelidad jurada.

Acababa de terminar de escribir la primera carta dedicada a Jorgina cuando el barullo en la comisaría comenzó. En poco tiempo llegaron las voces hasta la iglesia y lo que experimenté como primera sensación fue una ola de alivio y esperanza.

Una comisión entraba al recinto donde se hallaba Tulio Aponte y su ayudante. Los policías de la comisión le pidieron hablar con él y mientras la conversación duró un buen número de parroquianos se apiló en frente del lugar gritando injurias contra él y solicitando que fuera destituido del puesto.

Los comisarios nunca llamaron a declaración a la muchacha perjudicada y cuando algunos parroquianos la fueron a buscar para llevarla ante la autoridad, ella se negó rotundamente por miedo a verle cara a cara al hombre de sus pesadillas.

Al cabo de un par de horas de revuelo, la comisión se fue; y desafortunadamente Tulio Aponte permaneció estoico ocupando el mismo cargo que le ha dado tanto poder. De resto, no sabemos que sucedió porque de seguro él no lo va a divulgar y mucho menos lo hará su secuaz.

El sentimiento colectivo era de tristeza y enojo y varios feligreses pidieron la confesión por tener deseos de venganza e ideas de destrucción contra el jefe local.

Yo por mi parte sentí un gran pesar. No entiendo tus designios, Padre pero entiendo que la justicia terrenal debería hacerse cuando las pruebas de que una persona incapaz ocupa un cargo que le permite aprovecharse y pisotear a los demás.

Te pido, Dios redentor que ejerzas tu justicia divina y permitas vivir a estas gentes en paz, libres de un peligro que acecha y contamina. Por amor, guía mis pasos conforme a tu promesa; no dejes que me domine la iniquidad.