Cristo Redentor,
Hoy he tratado de solicitar mi traslado a algún destino de este país, pero sin ni siquiera ser considerado, me informaron que mi petición no aplica; al menos hasta que tenga dos años de servicio en el lugar.
¿Cómo voy a soportar mas tiempo así?
Blanca hoy a vuelto al ruedo, diciendo lo que temía. Y nuevamente me encontró tan desarmado que no pude darle el consuelo que ella necesitaba.
Todo comenzó cuando fui a contarle que también podemos conseguir una beca para Neira por parte de la Cede Catedral, pero que era esencial rellenar el dato con el nombre del padre y algunos detalles concernientes.
— Ya le he dejado saber que soy madre soltera y el padre de la muchacha no tiene nada que ver con nosotras.
— Claro que lo entiendo. Es solo un requisito. Escriba el nombre y lo poco que sepa de él y con eso bastará. Es más, sino tiene los datos pondremos el de algún tío. ¿Le parece?
— No lo sé. Lo primero no se puede y lo segundo me parece una mentira solapada y ya estoy cansada de eso.
— Blanca colabore un poco que es por cumplirle el sueño a la muchacha. Mire que ilusionada está. Creo que ella se merece esto como un acto de bondad.
— ¿Que tanto se ocupa de eso, Padre? — habló en un tono poco habitual.
— Sí me ocupo. El bienestar de cada uno de ustedes, de cada uno de los de aquí le concierne a la Parroquia.
— Pues ocúpese primero de usted.
Su respuesta me dejó atónito y no pude más que preguntar.
— ¿A qué viene ese tono otra vez, Blanca? Dime lo que tengas que decir ya.
— Disculpe usted. El otro día le dije que no me iba a meter pero es que ya se lo tengo dicho a Jorgina y no atiende y por lo visto usted tampoco.
— Dime lo que quieras decir — la invité.
— ¡Padre! Yo los veo como se miran, como se hablan. No más en la fiesta del Juancho andaban los dos con cara de tórtolos enamorados ¿Usted cree que yo soy la única que me doy cuenta?
— Son observaciones sin fundamento — murmuré.
— Esa misma frase ya la he escuchado antes, y ¡no sabe lo que me enerva! Mire Padre Acosta,— Yo no se lo he dicho nunca a nadie. Ni siquiera mi hija lo sabe pero es que ya no aguanto más. Se lo voy a contar y usted verá si me guarda el secreto o no. Solo espero que mi confesión le sirva para verse en mi espejo.
— Habla Blanca, ya no esperes más.
— Soy pecadora. Llevo un secreto guardado que solo a usted le voy a contar y es que durante mis años mozos el Padre Capellán y yo, pues... Pasó algo entre nosotros y Neira es el fruto de ese amor. Por desgracia el nunca quiso asumir la paternidad y mucho menos renunciar a sus votos por esta situación. Después de la pasión y la novedad me convertí en nada. Siempre fui un incordio para él y aunque no me arrepiento de mi muchacha, sepa usted que fueron tiempos duros de afrontar. Y por si fuera poco, él no se fue del pueblo por ninguna afección de salud; se fue porque le pedí que me ayudara a costear los estudios de la niña. Como le insistía de sol a sol, pues terminó marchándose, inventando no sé que cosa para irse, por miedo a que todo saliera a luz. Yo nunca fui su esposa pero si una fiel servidora que le era leal y comprensiva y él a mi Neira ni la determinaba. Cuando miro atrás me doy cuenta que no hizo más que utilizarme. Es por eso que le digo, Padre, no quiero ese sufrimiento ni para Jorgina ni para usted. Si es que la quiere déjela, ya le he dicho a ella que si lo quiere se aleje también.
No pude articular palabra para consolar a la mujer. En cambio de eso solo pregunté
— ¿Y que te ha dicho?
— ¿Y no lo sabe usted?
— La verdad es que no se nada.
— Tiene usted la cara como un poema en el que leo confusión total. Discúlpeme si me he entrometido demasiado en lo que no me incumbe.
— No se amilane, Blanca. Dígame que le ha respondido Jorgina.
— Pues así como usted. Que no sabe de que estoy hablando.
El mundo me daba vueltas. Alguien notaba la electricidad que pasaba a través de mi cuando estaba cerca de Jorgina. Alguien notaba que ella también lo sentía pero yo, el único afectado pensé durante mucho tiempo que eran locuras de mi mente inquieta. Todo esto sin contar mi inhabilidad de darle el socorro inmediato a Blanca quien acababa de hacer la confesión de su vida.
Señor, la confusión no me dejaba pensar. Fue un momento eterno que me volteó de cabeza.
Al fin logré articular.
— Blanca, entiendo su posición. Lo que hizo el Padre Capellán fue algo que no puedo justificar. Has sido una mujer muy fuerte.
— Es lo que me ha tocado vivir y lo acepto. Solo le digo a usted, como a un hijo; que no se busque problemas sino tiene la capacidad de afrontarlos. A la final el sufrimiento se multiplica.
En ese momento quise decirle: «pero yo si la quiero, Blanca. Es solo que no sé que hacer.»
Lo único que alcancé a decir fue:
— No hace falta rellenar la planilla. Hay un hombre que va a responder por Neira. Yo me encargo. Y Blanca, no se preocupe que esto queda en secreto de confesión.
— Pero...pero. No quiero problemas Padre Acosta. Le pido prudencia.
— La tendrá Blanca. Y de lo otro, le prometo que también me voy a encargar.
— Dios lo guie, Emilio — dijo echándome la bendición.
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YO CONFIESO (BORRADOR)
General FictionSoy el párroco asignado a este variopinto y caluroso pueblo. Mi fe y mi entrega a Dios constituyen la fuerza y la razón de mi existir; pero desde que llegué a este lugar tan lleno de intrigas y tentaciones se han quebrantado mis cimientos y se ha a...