Padre,
Aunque han sido días calmos mi corazón se siente inquieto. Paso las oras ocupado en las labores de la parroquia y trato de mantenerme enfocado para no pensar, para no sentir.
Sin embargo, tengo la sensación que el dolor que me molesta no se aleja en lo más mínimo. En tanto no lo estoy espantando aparece y me abate.
Hace una semana que Jorgina no ha pasado por el templo. No ha venido a orar, ni a confesarse y ni siquiera a acompañar a las Damas Parroquianas. Simplemente no he sabido de ella. Trato de encontrarla en el mercado, la busco entre las gentes de la plaza y cuando juego en el campo mi vista se distrae tratando de encontrarla bajo el toldo de lona; pero no está Señor y el no verla, a pesar de haberlo pedido tanto, no trae paz ni consuelo a mi alma sino todo lo contrario.
Sufro mi Dios, sufro como cualquier mortal a quien los ruegos y la penitencia no le quitan el yugo que carga.
He pensado ir a buscarla pero no se me ocurre ninguna excusa razonable para hablarle.
A pesar de que nunca le declaré nada, creo que fui muy duro la última vez que la vi. Mi indiferencia y mi trato frío no deben haberla mas sino ofendido.
Cuánto quisiera deshacer lo hecho y mostrar mas compasión hacia ella. Me duele que mis sentimientos tomaran posesión de mi y que por ello no pude darle el consuelo que necesitaba. La pobre mujer debe sentirse defrauda de su párroco, total que, ¿a cuentas de qué, puede imaginar ella lo que me perturba?
Ella solo se mostró como es. Amable, sincera, jovial, cariñosa y yo lo confundí todo para luego tener que apartarla como si no me importara. ¡Oh Dios Todopoderoso! ¡Si ella lo supiera! Pensaría que soy el ser más pervertido de este pueblo.
Ayudame a encontrar la paz, porque estoy pensando seriamente en solicitar mi traslado.
Por otro lado está Juan, alguien que se ha convertido en un amigo leal y sincero. Muchas veces me ha visto cabizbajo y me pregunta por la razón. Nunca puedo contarle lo que me pasa aunque quizás hablarlo me quitaría un peso de encima. Como me escabullo con pretextos tontos, el intenta alegrarme dándome las nuevas de los preparativos de la boda, la cantidad de hijos que quiere tener y la suerte que tiene de que su amada le dio el sí. Está enamorado. Un amor permitido, un amor limpio.
Constanza ya ha empezado la elaboración del vestido de novia para Delfina. Ha unido fortalezas con el sastre que le hará el traje a Juan. Efrain también colabora, no solo de recadero y atendiendo la tienda cuando Constanza no está sino que está aprendiendo a confeccionar zapatos y a montar sombreros que vende en el coleo.
Es un buen muchacho y aprende rápido y estoy agradecido por todas las fortunas que les has dejado a estos fieles.
Padre, no te olvides de mi y atiende también mis súplicas. Sólo te pido que consueles mi herido corazón.
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YO CONFIESO (BORRADOR)
General FictionSoy el párroco asignado a este variopinto y caluroso pueblo. Mi fe y mi entrega a Dios constituyen la fuerza y la razón de mi existir; pero desde que llegué a este lugar tan lleno de intrigas y tentaciones se han quebrantado mis cimientos y se ha a...