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Padre Santísimo,

Tus fieles han venido con fervor a tu casa. El jardín reverdece con las lluvias, tu rebaño se fortalece y este servidor que aunque no pudo mantenerse firme a su palabra, te alaba.

Las Damas Parroquiales han sido la gran bendición y el motor de impulso de este pueblo. ¡Qué fuerza y que poder tiene la mujer! Fueron ellas quien pusieron todo su empeño y devoción en renovar la escuela dándose a la extenuante tarea de colaborar con el maestro, revolucionando así todo el sistema. Su consigna es "Por el futuro de Barbantú". Ahora los niños, sus propios hijos y los de toda esta tierra tienen un espacio mas amplio y cuentan con cuatro docentes rurales que les enseñan los conocimientos básicos en un espacio digno.

Estas mujeres son incansables. Las admiro por su tesón y su ímpetu. Además de poseer un corazón amable, son alegres y les gusta la juega.

Las hermanas Pilar llegaron a informarme que el domingo, luego de la última misa se celebrará una fiesta de despedida en mi nombre. Se hará en la plaza, con la esperanza de que no llueva. Todas colaboraran con un buen festín. Las gentes de la mulera también vendrán y hasta el coro se está preparando un repertorio de canciones populares que alegraran la velada. ¿Qué más podría este humilde servidor pedir?

Es la verdad que cada día nos cubres con tu abundancia, Señor y cada una de estas almas te está inmensamente agradecida.

Otro evento importante es que hoy Jorgina vino a verme. Entró por la sacristía y al percatarse que no había nadie alrededor cruzó la puerta y entró en la casa parroquial.

Yo estaba en el jardín, podando un poco el guayabo. Imaginarás lo grata que me fue su sorpresa pues en ese instante, como en la mayoría de todos, estaba pensando en ella.

— ¡Emilio! — dijo emocionada.

Yo me levanté y la besé. Nos abrazamos largo tiempo, en silencio.

— Ya sabes las noticias. Mi renuncia fue aprobada.

Ella soltó un grito de alegría y volvió a hundirse en mi pecho.

Estábamos solos y la proximidad de su cuerpo contra el mio, me estaba alejando del compromiso de no tocarla mientras no dejara en definitivo mis oficios en la iglesia.

Mi mano se aferró al vuelo de falda de su vestido en un intento de refrescar la inminente pasión que se avecinaba.

— Espera — dijo de pronto —. Estoy preocupada.

— ¿Que pasa? Dime.

— Es el alcalde. Me pidió que me fuera de la casa. Dice que mancho su nombre y lo pongo en ridículo.

— Puedo ir a hablar con él ahora mismo — ofrecí.

— ¿Qué le vas a decir? ¿Que eres el motivo de mi pasión?

— Le diré que he dejado los votos y que queremos estar juntos.

— Desatarías su ira. Creo que no es prudente.

— Puedes quedarte aquí. Suspenderé la ultima misa del domingo.

— Demasiado escandaloso.

— ¿Qué quieres hacer? — pregunté.

— No sé. Escapémonos.

Su sugerencia me hizo abrir los ojos como platos.

— No es justo. Eso es lo menos que haría. Hay otros medios, Jorgina. Luego del domingo, podré marcharme a la capital. Puedes venir conmigo y desde allá solicitar el divorcio.

— ¿Y no es eso lo mismo que escaparme? Además él me ha dicho que quiere que me vaya de su casa, el problema es que no sé donde quedarme. Por otro lado no estoy segura de que firme ningún divorcio y ya hasta estoy pensando que me tocará esperar hasta que se muera. Ya dejó de mandarle pensión a mis hermanos y ellos se las está viendo duro en la la capital. No dudo que encuentren su camino, pues están bien crecidos todos; pero aún así él quiere hacer todo para pisotearme.

— No pienses de esa manera. Estás confundida. Atiende aquí, si él te ha pedido que te marches es porque de alguna manera de está dejando libre. Ya lo demás se puede solventar sobre la marcha. Si realmente necesitas un lugar para quedarte y no quieres hacerlo aquí, podemos pedirle a Blanca que te acoja por unos días. Después del domingo vienes conmigo.

— ¿Y si luego no me da el divorcio?

— Tendrá que hacerlo.

Jorgina se abrazó a mi cuello una vez mas.

— Estoy tan nerviosa que ya no puedo pensar.

— Mantén la calma. Falta poco.

Su rostro quedó justo frente al mio y con una mirada seductora preguntó,

— ¿Y por qué usted está respirando así?

— Es tu cuerpo. Tenerte tan cerca me descontrola.

Jorgina se lamió los labios y estampó un beso húmedo en mi boca. En un santiamén desabrochó mi cinto y deslizó el cierre. Los pantalones se resbalaron por mis piernas cayendo a mis pies como un drapeado.

Ella posó un dedo sobre sus labios haciéndome el gesto de silencio y con mirada felina fue bajando, hasta quedar en cuclillas.

La humedad de su boca y la presión de sus labios envolvieron mi erección. Mis ojos entreabiertos detallaban su expresión, sumida en la más dulces de las glotonerías.

— Vamos a la habitación — alcancé a decir.

Ella dejó la acción, lamiéndose de nuevo y masajeando con cuidado mis testículos.

— Llevame si puedes — replicó.

Sus palabras encendieron aun mas mi deseo y con un impulso tosco la puse de pie y la besé con furia al tiempo que enlazaba mis dedos en sus cabellos.

Dejé los pantalones donde estaban y di unos pasos hacia la pared. El espejo de la cómoda, reflejaba nuestra imagen arrebatada. Subí su vestido y con movimientos circulares palpé su entrepierna. Estaba húmeda como una fruta jugosa tentándome a ser devorada. Aparté su ropa interior de un tirón y ella gimió cerrando los ojos al tiempo que abría la boca en éxtasis total. Entonces, su pierna se deslizó por mi cadera, pidiendo a gritos que entrara en su morada. No pude resistir más y la alcé. Ya encima de la cómoda nuestros cuerpos se acoplaron, encajando a perfección según fueron tus designios para el hombre, Señor.

— Más fuerte — exigió.

El sonido de nuestro vaivén hacía que la cómoda topara contra la pared. Un sonido continuo denunciaba nuestra pasión pero ya no podía detenerme.

Fue ella quién primero llegó al éxtasis, enterrando sus uñas en mi espalda. Luego de eso, vino mi explosión. Tres corrientes seguidas cargadas de días de deseo y expectación.

Quedamos unidos por un momento. Nuestros rostros sudorosos, nuestras pupilas dilatadas, dos corazones palpitantes, la ropa desordenada.

Ella río y yo la abracé.

Que dulzura, Señor. Privar a alguien de amar y de hacer el amor con quien se ama debería ser un sacrilegio.

"Mi amado es para mi y yo soy para mi amado" Catar de los Cantares 2:16


YO CONFIESO (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora