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Padre que todo lo ve,

No soy yo quién pierde la fe. No es mi espíritu que peca sin querer.

Dame las respuestas que necesito porque siento que nado contra un mar picado en medio de la oscuridad.

Empezaré contándote lo mejor del día con la esperanza de dar alivio a mi pena y encontrar consuelo para mi alma.

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Hoy fue un día de júbilo para tu pueblo. La bendición de tu mano recaiga sobre todos nosotros.

Juan y Delfina tomaron los votos del Sagrado Matrimonio y la fiesta en la finca de Juancho fue un acontecimiento.

Delfina vestía un traje de novia blanco como es la costumbre pero diseñado con una tela tan volátil y fresca que causó conmoción entre las muchachas del pulpito. Estaba ideal y creo que Constanza va a traer mucha clientela de aquí en adelante. Al parecer la complicidad del trabajo de costura con Don Mariano la dejó encariñada. Los vi a los dos llegar juntos del brazo y durante la fiesta no dejaron de bailar.

Efrain estaba con ellos también. Desde que salió del yugo de su padre se ha repuesto. Ha agarrado peso y el ejercicio del centro lo está haciendo crecer. Está más sano y más vivaz. El cuidado de Constanza comienza a pagar sus frutos.

También estuvo la novedad que el Alcalde por primera vez fue a misa y se sentó como era de esperarse al lado de su mujer. Atendió la ceremonia con bostezos y cabeceos de sueño. Mis ojos se cruzaron con los de ella pero no pude volverla a mirar. Tenía esa expresión nublada, de eterna tristeza y desconsuelo que no soporto ver en su rostro y Padre, una vez mas tuve que hacer acopio de todas mis fuerzas para no acercarme y abrazarla ahí mismo. Que desconsuelo se siente ver a quién quieres sufrir y estar imposibilitado de estirar la mano para ayudarle.

No quiero manchar esta parte del diario contándote de mi sentimientos y mis tristezas. La razón por la que escribo es para darte Honor y Gloria a ti Señor, y eso es lo que importa.

Delfina estaba rebosante de alegría. En su día especial no fue tímida para lucir un escote de ¡Padre nuestro! Que hasta el mismo novio lloró de moción cuando la vio. Su cabello natural caía en rizos pesados que la hacían lucir elegante y pura. Toda su familia no cabía de emoción, mientras que los primos de Juan lanzaban vítores y felicitaciones cuando los novios salían de la Iglesia. Les di a todos mi bendición y juntos fuimos a la fiesta.

Durante todo momento me concentré en la celebración y ocupe mi lugar de Sacerdote, pero la tarea comenzó a dificultarse cuando el Alcalde decidió que volvía a su casa y le permitió a Jorgina quedarse, con la excusa de que era parte de la comitiva de las Damas Parroquianas.

El banquete, que justo sea dicho ¡no tuvo nada que envidiarle a ninguna fiesta de la capital! No hubo carne que no faltara, ni bebida artesanal o ponche moderado para las damas. Todos disfrutaron, bailaron y bebieron. Yo me retraía del bullicio pero Juan, mi amigo de juegos y compañero de tardes me buscaba intentando integrarme entre los invitados.

Yo me encontraba dándole un ojo a los animales. Ya había decidido que era hora de regresar a la iglesia porque comenzaba a oscurecer. De pronto vi a Jorgina que cruzaba sola hacia el otro lado del pedazo de campo que habían arreglado para la celebración y en un impulso la seguí.

—Hola — saludé sin más.

Ella tenía otra vez una expresión tensa, una expresión rabiosa que no supe comprender.

— Pasas toda la tarde aquí y haces como que no estoy — me reclamó.

— Te vi en la iglesia y aquí en la fiesta he estado distraído conversando con los invitados.

YO CONFIESO (BORRADOR)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora