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Salió el brillante sol de la mañana. Angie se despertó de su dulce sueño. Intentó abrir los ojos como siempre, pero sus párpados no se movían.

En esta época del año, era normal escuchar el canto de los pájaros junto a la ventana. Pero no había ningún sonido de pájaros. Como si estuviera sumergida en aguas profundas, sólo había vacío en sus oídos.

Tampoco podía abrir los ojos. Agitó los brazos y las piernas con fuerza, pero no tenía sentido. En ese momento, la llamada de alguien sonó como una ola en el agua.

[ ¡Oiga! ]

Era la voz de un joven. La voz que escuchó por primera vez se hizo más clara poco a poco.

[ Oiga, señorita. ¿Puede oírme? ¿Puede verme? ]

Angie intentó abrir los ojos. Pero no podía flotar. La voz clara se oía escasamente en el agua, como si estuviera siendo empujada.

[ ¡Señorita! ¿Puede oírme? Mi nombre es.... ]

—¡Ah!

Angie se despertó asustada. Su corazón latía con fuerza. Se sobresaltó tanto, que se preguntaba si estaba realmente bien. Cuando una habitación familiar apareció en su visión, el latido de su corazón recuperó poco a poco la compostura. Angie aflojó la mano que sostenía un lado de su pecho.

—¿Qué era esa voz.? ¿Un sueño?

Era demasiado vívido para ser un sueño. Pero los sueños son solo sueños. Si no era un sueño, ¿qué era?

—Desde la mañana de mi cumpleaños.... He estado teniendo este tipo de sueños raros. ¿Es una señal?

Angie se levantó de la cama y se enderezó. Sobre la ventana, brillaba un cálido sol de invierno de principios de enero. Debido a la suave luz del sol, el invierno en la isla era frío y helado, pero a menudo se mantenía cálido.

Hoy, 5 de enero, era su 18° cumpleaños.

* * *

La señora Dunst habló sin rodeos frente a la puerta principal. El gesto de ambas manos entrelazadas parecía tan solemne como la expresión.

—Debería volver por hoy, Angie. El joven maestro todavía no se ha recuperado.

—¿Qué? ¿Sigue enfermo?

Ya que estaba preocupada, había venido el lunes, es decir, hace 2 días, pero aparentemente Kay no ha mejorado incluso hoy.

Unas nubes oscuras cayeron sobre el rostro de Angie. Era la primera vez que pasaba algo así. Ni siquiera cuando Kay le gritó de repente que se fuera, su estado en ese entonces no era tan malo como para estar enfermo durante días.

—Esto. ¿No se siente muy bien?

Hoy es mi cumpleaños.

Por supuesto, él dijo que le daría el regalo que ella quería un poco más tarde.

Aun así, le rompió el corazón que Kay no estuviera en buenas condiciones como para saludarla hoy, que era su cumpleaños.

—No es tan grave, así que vete a casa por hoy. Estará bien para el viernes. Y toma esto también.

—Oh, ¿es un pastel? Vaya, gracias.

—Puedes compartir el pastel con tu familia.... También hay un eclair especialmente preparado. Y esto es lo que el joven maestro preparó.

—¿Qué? El joven maestro.

Angie se sorprendió y aceptó la otra caja. Aunque no iba a ser capaz de verlo hoy, el regalo le tomó por sorpresa.

Dios bendiga tu destrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora