29

78 9 0
                                    



El último día del año, la hora pasó rápidamente y llegó la medianoche del 31 de diciembre. Angie, que tenía 19 años en ese momento, salió de casa sin hacer ruido.

Llevaba un grueso abrigo sobre el vestido que el joven amo le había regalado, y otra gruesa capa encima. Incluso llevaba un sombrero firmemente apretado, pero un aliento blanco y fresco salía como humo de sus labios. Sin embargo, estaba tan emocionada que ni siquiera sentía el frío.

Todo era igual que la primera vez. El carruaje la dejó frente a la mansión, y una sirvienta que cubria la mirad de su rostro la condujo al 'Jardín de Generalife'. Pero había algo diferente a la última vez. Esta vez él llegó primero y la esperó.

—Angie.

—¡Joven Kay!

Angie se quedó sin palabras ante el reencuentro después de casi un año. No podía respirar porque su corazón estaba muy emocionado y abrumado. Angie despegó los labios, pero solo tembló débilmente y no dijo nada.

No obstante, no había necesidad de palabras entre los dos. Por primera vez en 11 meses, el joven maestro estaba de pie frente a ella como antes, no, incluso se veía más sano y perfecto.

—Joven Kay, ¿ya está mejor? No volverá a enfermar en el futuro.... ¿Estoy en lo cierto?

—Si, estoy bien. Ya está todo bien.

Kyle asintió y se acercó lentamente. Vestido con un abrigo gris, seguía siendo hermoso. Su rostro estaba ligeramente más delgado, pero ya no estaba pálido, y sus brillantes mejillas resplandecían misteriosamente como el día.

Incluso de noche, la luz de la luna que se filtraba por el techo de cristal iluminaba su bella apariencia de forma misteriosa.

Ni siquiera tuvo tiempo de decir lo feliz que estaba de volver a verlo, y lo mucho que lo había echado de menos. En cuanto Angie se quitó la capa, Kyle se acercó y la estrechó entre sus brazos. Ella también extendió los brazos y le rodeó la espalda con fuerza. No hubo ni un momento de vacilación.

Los dos se abrazaron con fervor. Ambos parecían estar en su propio mundo. Cuando sus ojos se cerraron automáticamente ante el olor corporal nostálgico y cálido del otro, fue Kyle quien abrió primero los ojos y explicó sus sentimientos.

—Te he echado de menos, Angie. Te extrañe mucho.

—Yo también, joven Kay....

—Te ves muy bien con ese vestido, Angie. Lo mandé a hacer especialmente. ¿No te es familiar este encaje con adornos de caléndula?

—Si, lo hice yo misma. Incluso cuando me encargaron un encaje por parte de la mansión del Duque, no me esperaba este vestido.... Nunca lo imagine.

—Al principio, no sabía que te encargaron hacerlo. He oído que tus habilidades de bordado son muy buenas.

—Gracias, joven Kay. No sé si merezca un regalo tan inmerecido....

Angie se sonrojó tímidamente. No solo ella, sino también el joven maestro, se sentían dichosamente, como si tuvieran un banquete a solas en medio de la noche.

—Angie, me pregunto si ya lo sabes ahora.

Un tono suave le hizo cosquillas en el lóbulo de la oreja.

—Tu corazón por mí.... ¿Te has dado cuenta ahora?

—Sí, te extrañe, joven Kay....

—Llámame Kay. Es un nombre que sólo tú puedes llamar.

—Lo importante que es Kay para mí.... Me di cuenta de lo precioso que era. Te echaba mucho de menos y a la vez me preocupaba... que pueda perderte.

La voz de Angie era tan baja que apenas era audible. Kyle la agarró por los hombros y la apartó ligeramente de él. La luna brillaba se reflejó en los rostros de cada uno.

Dios bendiga tu destrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora