Capítulo 2 - Alessandria

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Mellea.

Alargo los brazos. —Permiso concedido —Nabil se lanza a mis brazos y noto cómo ha crecido; ahora alcanza un poco más allá de mi barbilla y apenas tiene 16 años.

—Lamento tanto lo de la señorita Alessa —murmura contra mí—, quería venir a su funeral pero no me dejaron.

Nos separamos y le regalo una pequeña sonrisa. —No te preocupes, lo entiendo; de hecho, fue lo mejor.

Me devuelve la sonrisa con un brillo genuino en los ojos; está tan diferente desde la última vez. Se muestra como toda una señorita pulcra.

—Espero que me cuentes cómo te fue por allá —le comento mientras le indico que nos dirijamos a la camioneta.

—Claro, Sole. Todo lo que quieras saber.

Nabil se alegra al ver a Bonnie y Oliver, abrazándolos a ambos con entusiasmo, lo cual me alegra. Incluso se muestra muy segura cerca de Oliver.

Una vez que suben sus cosas a la camioneta, nos adentramos en ella y durante el trayecto me cuenta cómo le fue en estos 2 años y medio en el internado. Responde con mucha educación y se sienta con la elegancia propia de la realeza.

Estas son las únicas cosas de las cuales no me puedo arrepentir en absoluto. El internado fue la mejor decisión que pude tomar por ella.

Al llegar al castillo, las empleadas la reconocen de inmediato, se acercan, la elogian y se muestran felices de que haya regresado.

Posteriormente, nos dirigimos a mi habitación; Oliver y Bonnie regresan a sus labores, dejándonos a solas al entrar.

Albert yace erguido y parece fresco como una lechuga; ni siquiera da señales de haberse ahogado en alcohol la noche anterior. Lo observamos peinándose con los productos de mi tocador y al percatarse de nuestra presencia, dirige su mirada primero hacia mí y luego hacia Nabil, cambiando su expresión al reconocer a esta última.

—¡Oh, cielos, si no es mi querida Nabil! —la abraza— ¡Estás preciosa y ya eres toda una jovencita!

—Muchas gracias, joven Albert —responde ella con una pequeña reverencia, manteniendo la cabeza en alto cuando se separan.

—Y con unos modales excelentes, debo decir —la elogia.

Sé que tenía una conversación pendiente con Albert, pero en ese momento no era posible llevarla a cabo.

—Lamento si no podemos hablar ahora, Albert —me disculpo al ver su gesto—. Tengo asuntos importantes que atender y que no puedo posponer.

—Claro, no te preocupes. De todos modos, parece que el gran Armand Moreau me va a encerrar por el resto de mi vida cuando llegue a casa.

—¿Se enteró?

—Por supuesto, estoy en territorio de su mayor socio. ¿Crees que no se iba a enterar? —exhala— En fin, debo partir a Francia antes de que venga por mí y me amarre en el avión de regreso.

—Está bien, dile a uno de los Soldatos que te acompañen —le doy un beso en la mejilla como despedida—. Estaremos en contacto.

—Siempre —me guiña un ojo—. Todavía tenemos una conversación pendiente, en.

Asiento y se retira al despedirse de Nabil.

Nabil se acerca al estante de libros que tengo y se queda contemplándolo por unos instantes.

—¿Ahora te gusta leer, Sole? —pregunta mientras pasa los dedos por los lomos de los libros.

—No realmente, todos los que están aquí son... —me corrijo— eran de Alessa.

Traición LetalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora