Capítulo 34 - Las cosas como son

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Mellea.

—¿Qué hizo qué? —mi tío alza la voz, su rostro una mezcla de incredulidad y rabia cuando le cuento lo que pasó con Besnik después de que amenazara a Oliver.

La noticia le llegó esta mañana a través de Elián, y ahora parece que no puede procesarlo.

—Fue a mi habitación a golpear mi puerta como un lunático —respondo, recordando el eco de esos golpes en mi mente.

—Espera, eso no lo sabía —comenta, asombrado.

—Nadie —suspiro, sintiendo que la frustración me consume—. Y antes de que pueda decírselo él, te lo cuento yo, tío. Además, pasó otra cosa —lo miro fijamente—. Le apunté con la pistola.

—¿Qué le apuntaste? ¿Dónde? ¿En la cabeza?

Asiento, sintiendo cómo la adrenalina aún recorre mi cuerpo.

—Lea —dice mi nombre en un tono de reprimenda que me hace sentir como una niña.

—Sí, ya sé que no fue lo más coherente, pero es que no dejaba de golpear la puerta. De verdad, pensaba que en algún momento la tiraría y trataría de agredirme, tío. Si lo hubieras visto, estarías de acuerdo con la manera en la que actué.

Mi tío todavía no se la cree. Su expresión es un torbellino de emociones, y puedo ver cómo intenta encontrar la lógica en lo que le cuento.

—Debemos decirle a tu padre cuanto antes.

—¿Y qué esperamos? —mi voz se eleva, la impaciencia apretándome el pecho.

Ya estaba decidida a contárselo en cuanto desperté esta mañana, pero, casualmente, me encontré primero con mi tío Carlo.

—¿A qué regrese? —pregunta, su mirada fija en mí.

—¿No está en el castillo? —mi corazón se acelera al pensar en lo que puede estar sucediendo.

—Salió hacia Sorrento para una entrega con José.

—¿Una entrega? —cuestiono, confundida—. ¿En qué momento? ¿Y por qué no estoy al tanto de ello?

—Porque desapareciste por tres días y tu teléfono estaba muerto. Se necesitaba hacer la entrega, Lea, no nos podíamos esperar —su tono de voz es más duro de lo que esperaba, un recordatorio de que mi ausencia tiene consecuencias.

—Tienes razón, es que estuve ocupada y el tiempo se me fue. De verdad lo siento, no quería...

—No necesito explicaciones, Lea —me interrumpe, su voz ahora más comprensiva—. Pero tu padre no piensa lo mismo, y créeme, si te digo que debes estar muy atenta a lo que pase en el castillo de ahora en adelante.

Siento un nudo en el estómago. La tensión es palpable, y la incertidumbre me aprieta como un corsé.

—Sí, lo haré —miento, dejando escapar la promesa con una ligereza que no siento. En mi mente, sigo atrapada en mi propio plan, egoísta y decidido. Una vez que termine con eso, podré concentrarme de nuevo en esta locura.

Debe de ser así.

—Espero que así sea —me responde con una sonrisa, tratando de infundirme algo de optimismo—. Ven, vamos a desayunar y después al despacho de tu padre. Hay unos cuantos pendientes que resolver.

Sin embargo, una vez que esto sucedió, las cosas no mejoraron en los próximos dos días. Creí que Besnik se mantendría al margen después de lo que pasó, pero no. Ahora resulta que el señor decidió atender sus "deberes" en el castillo. Cada vez que me veía cerca o escuchaba algo sobre mí, iba detrás, y lo peor es que no era en el buen sentido. Jodidamente estaba más intenso y enojado que cuando llegué.

Traición LetalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora