Biagio.
El sudor recorre mi cuerpo, cada gota se siente como un torrente de energía pura.
La adrenalina fluye intensamente por mis venas, electrizando cada fibra de mis músculos que se contraen en una danza de poder y precisión.
Estoy en un punto de satisfacción total, un punto donde todo cobra sentido.
Siento cómo mi cuerpo empieza a liberar endorfinas, ese dulce alivio que me envuelve y me hace sentir invencible.
—¡Vamos! —grito internamente mientras suelto un puñetazo que se estrella contra la cara de mi contrincante. La sensación de liberación es indescriptible. Los gritos de los hombres a nuestro alrededor estallan en la atmósfera, una mezcla de emoción y brutalidad que alimenta mi espíritu guerrero.
Esquivo un golpe, devuelvo otro. La intensidad aumenta y con ella, mi satisfacción. Cada movimiento es una coreografía de combate, cada golpe una expresión de mi determinación.
Mi contrincante empieza a mostrar signos de cansancio, pero no se rinde. Con un esfuerzo desesperado, lanza un puñetazo que logro esquivar. Sin embargo, no veo el siguiente que viene con su mano izquierda. Siento el impacto brutal en mi mandíbula, un destello de dolor que me desorienta por un segundo. Me recupero rápidamente, tomando mi mandíbula entre mis dedos y sonriendo con desafío mientras la muevo para comprobar que sigue en su lugar.
—Primera y última oportunidad que te doy —pienso, mis ojos clavados en los suyos, que ahora reflejan un brillo de miedo.
Vuelvo a mi posición con una motivación renovada. Mi cerebro se activa, agudizando mis reflejos. Lanzo dos puñetazos al aire, tanteando su defensa, y entonces veo su punto vulnerable. Mi gancho derecho se hunde en sus costillas con una precisión letal, sofocándolo.
No le doy tiempo para recuperarse. Con la precisión de un depredador, proyecto una patada hacia su pierna y un rodillazo directo a su rostro. El impacto es devastador, y lo veo caer al suelo, derrotado.
Las voces llenas de testosterona ruge a mi alrededor. En este momento solo existe el silencio de mi victoria, el eco de mi determinación resonando en cada rincón de mi ser.
Mi contrincante yace tendido en el suelo, respirando entrecortadamente. Varios se acercan para verificar si sigue con vida, pero yo sé que lo está.
—Buena patada, jefe —murmura como puede desde el suelo.
Con las gotas de sudor serpenteando por mi cuello, descendiendo hasta mi torso y abdomen desnudo, me aproximo a él.
Le ofrezco mi mano para ayudarlo a levantarse de un tirón. Gime de dolor, pero sabe a lo que se enfrenta cuando se pone a mi nivel.
Milo permanece en guardia mientras termino, y me entrega la toalla para que limpie todo el sudor que empapa mi cuerpo.
De repente, Levin entra apresurado y se acerca con una tableta en la mano. —Jefe —toma el agua que me ofrece Milo—, acaba de ocurrir algo.
—¿Qué? —inquiero.
Hace una mueca y me muestra la pantalla. —Me acaba de avisar el maestro: murieron Shun y Liú Wang —la noticia no me impacta tanto por las muertes en sí, sino por quién está detrás—. Yun acaba de informar que hubo un enfrentamiento armado entre los hermanos y ambos perecieron.
Los Soldatos continúan con sus luchas. —Última ronda, luego cada uno a sus labores.
Asienten en un gesto unísono.
Mientras indico a Levin y Milo que se acerquen, nos dirigimos hacia la habitación. Ellos aguardan pacientemente mientras tomo una ducha rápida. El agua fría alivia mis músculos doloridos; mis nudillos están en carne viva, pero es lo único que me hace sentir "bien" a medias, descargando todo lo que se acumula.
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Traición Letal
RandomEl linaje es algo inevitable de corromper porque tiene que seguir, pero todo cambia cuando se involucra la traición y eso es algo que tiene que pagarse, ya que nunca quedará impune, mucho menos en esta historia. Mellea ya ha perdido bastante, desde...