Capítulo 23 - Tormento y búsqueda.

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Mellea.

Al observar una y otra vez la ubicación en un remoto rincón de Turquía, siento cómo la alerta se apodera de mí de inmediato.

¿Qué estará tramando Cath en esas tierras turcas? Y lo que resulta aún más intrigante, ¿por qué me llamó solo para ignorar mis intentos de comunicación?

Sin titubear, me pongo en contacto con las chicas de inmediato, presintiendo que algo no encaja.

Eyra es esquiva y no responde a mis llamadas, así que marco el número de Fer.

Uno, dos, tres tonos y...

—Hola... —escucho la voz entrecortada y agitada de Fernanda— ...jefa.

—Disculpa interrumpir tu movida tarde.

Siempre supe que Fer era una mujer de espíritu libre, como lo fui en su momento. Por eso no me sorprende encontrar chicos a medio vestir o desnudos en el búnker. Tampoco me sorprende que me atienda con agitación después de interrumpir su sesión de pasión.

No la juzgo.

—No te preocupes... —exhala con fuerza— dime jefa, ¿qué necesitas?

—¿Estás en Alessandria?

—La verdad no, pero estoy cerca.

—Necesito que contactes a Eyra, necesito investigar una ubicación.

—Entendido —su tono se vuelve dubitativo— cuando regrese a Alessandria, la buscaré para que la llame.

—Gracias, Fer.

—Cuando quieras, jefa.

Cuelgo el teléfono y lo dejo descansar sobre mi boca, mientras reflexiono sobre lo extraño de la situación.

Por más que lo analizo, Cath no actuaría así normalmente, al menos no de esta forma.

Si la ubicación tiene fecha y hora, tendré que partir muy temprano, y para eso necesitaré coordinar con las chicas antes.

No puedo arriesgarme a ir sola.

—¡Mell! —escucho la voz de Besnik llamándome.

Creí que me había librado de esto.

Volteo solo para no contestar, y guárdame lo que quiero lanzarle, un par de verdades sobre ser el defensor de su malditamente machista hermano, pero se encuentra allí de pie, literalmente frente a mí, visiblemente enojado.

—¿¡Qué demonios te pasa!? —pregunta con la vena del cuello a punto de explotar.

—¿Qué pasa de que?

—¿Por qué actúas así con Afrim? Hoy es un día especial para mi primo y para tu prima —me recuerda—, no puedes ni siquiera aguantarte un día, ¿verdad? No puedes mantener la boca cerrada por una vez en tu vida.

No necesita decirme más para que mi ira se desate con esas últimas palabras.

—Ahora resulta que soy la culpable de que tu hermano sea un completo idiota —replico sin sentir ahora la más mínima pizca de culpa.

Me mira indignado, como si le hubiera proferido la peor de las ofensas.

—No te reconozco.

—Ese es precisamente el problema, Besnik, que no me conoces —suelto la verdad—. No entiendo por qué te enfadas; estoy defendiendo a mi sangre de las insolencias de tu hermano. Primero, a Orazia, la esposa embarazada de su primo, ¡le regala un maldito baby doll! Y segundo, le está faltando el respeto a su esposa, mi prima Antonella.

Traición LetalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora