Capítulo 3 - El cambio y tiempo

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Mellea.

Besnik espera mi respuesta inquieto, mirándome a los ojos, mientras yo permanezco en silencio sin decir nada.

«Matrimonio, ¿en qué momento se le ocurrió esa idea?»

—Besnik, este... —cómo puedo expresar esto sin que suene incómodo— la verdad es que me gustaría tomarme un tiempo para pensarlo antes de darte una respuesta.

Su expresión cambia y baja la cabeza como derrotado.

—Mira, por la poca cantidad de tiempo que llevamos conociéndonos, sabes que no soy muy partidaria de las relaciones serias, así que esto me ha tomado bastante por sorpresa —respondo—. No quiero herirte, simplemente no puedo darte una respuesta de inmediato. Necesito analizarlo detenidamente, porque estamos hablando de matrimonio, no de una simple relación.

Se levanta como si no le hubiera afectado y me deja un beso en la cabeza. —Está bien, preciosa. Lo que decidas, estaré aquí esperando.

—Gracias —bebo más de mi copa y él vuelve a su asiento, quedando sumidos en otro incómodo silencio hasta que terminamos la cena.

A la mañana siguiente, me levanto temprano para salir a correr con Oliver y Bonnie, a quienes les cuento en detalle que Besnik me propuso matrimonio. Decido dar una vuelta adicional mientras ellos continúan, ya que la idea del compromiso sigue martilleando en mi cabeza una y otra vez.

¿Casarme? Lo dudé en el momento y sigo haciéndolo aún. No tengo tiempo para pensar en eso, tengo tantas cosas por hacer y lograr; estar comprometida sería un gran obstáculo.

Casarme o no casarme.

No puedo evitar verlo desde un punto de vista práctico en lugar de romántico, ya que no siento nada por él. Más bien considero las posibles ventajas que podría obtener si aceptara, pero mi respuesta implica un costo muy alto: compromiso de por vida. Todavía me pregunto si estaré dispuesta a pagarlo.

Termino mi carrera y regreso al castillo, donde veo a Elián con unos papeles en la mano.

—Señorita Mellea —me detiene cuando intento pasar de largo—, su padre solicita verla ahora.

Me muerdo el labio con fuerza y asiento. Y luego se va sin más.

Elián ya no se dirige a mí como solía hacerlo desde hace unos meses, cuando casi nos besamos.

Aquella noche estaba muy ebria y quería simplemente retirarme a mi habitación. Fue entonces cuando Elián apareció y me llevó hasta allí. Recuerdo vagamente que, al dejarme en mi cama, me detuve a contemplar su cabello y aquellos ojos negros brillantes. Por un instante, consideré la posibilidad de buscar consuelo con él para olvidar al idiota que ocupaba mis pensamientos. Dije algo más que no logro recordar, y cuando estábamos a punto de besarnos, reconsideré. Reflexioné sobre mis acciones y decidí no dejarme llevar por impulsos pasajeros. Me alejé, le pedí disculpas y desde entonces hemos evitado cualquier interacción, por la incomodidad que se generó. Podría decirse que le di rienda suelta y luego me retracté.

Definitivamente, el alcohol no me trae nada bueno.

Caminando por el castillo con ropa deportiva, los Soldatos muestran respeto al pasar a mi lado.

Entro a la oficina de mi padre y toco antes de abrir la puerta, conteniendo las palabras que se quedan atascadas en mi garganta.

Me planto frente a mi padre, sudorosa y poco presentable, así que me mantengo firme con las manos en las caderas.

—¿Qué pasó, papá? —pregunto con suavidad, sintiendo el impulso de abordar el tema de Besnik.

Él me mira y aparta sus asuntos por un momento. Se lleva la mano a la boca y me observa con frialdad.

Traición LetalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora