Capítulo 35 - Dudas.

389 39 2
                                    

Mellea.

Hago una mueca.

—¿Una propuesta?

—Eso fue lo que dijo su hermano Ahmed —me responde, con un brillo de preocupación en sus ojos—. Acaba de mandarme un mensaje hace unos minutos.

Maldigo en voz baja, sintiendo cómo la tensión se acumula en mi pecho.

—¿Crees que sea necesario ir?

—Supongo —responde, encogiéndose de hombros—. No aceptaron un "no" por respuesta.

Veo de reojo a Biagio, que se ha sentado a conversar con Bogdan, y de inmediato me asalta la pregunta de cómo carajos voy a inventar una excusa para asistir a esa maldita cena.

—Bien, entonces si decido que iremos, ¿me acompañarías? —pregunto, tratando de sonar decidida.

—Claro, jefa —responde, con un tono que mezcla resignación y desagrado—. Además, aunque no quisiera, Ahmed quiere verme, y no sería beneficioso para nosotras si no voy.

—Te prometo que solo iremos a esa cena y regresaremos —aprieto los labios, sintiendo el peso de la promesa—. Nos vamos por la mañana.

Ella asiente, aceptando las instrucciones sin protestar, y se aleja para sentarse. Estoy atrapada en un torbellino de pensamientos. No tengo ni idea de cómo voy a manejar esto, y sin tomarle la importancia que debería, regreso con Biagio.

Me siento a su lado en el sillón mientras él enciende un cigarro, el humo danzando en el aire. La conversación entre él y Bogdan continúa, pero ni siquiera les presto atención. Estoy en un limbo, perdida en mis pensamientos.

Y es que no puedo decirle a Biagio que tengo nexos con lo que queda de Iluit. No después de lo que le hicieron a la hija de Ilias, y mucho menos si él fue uno de los causantes de la extinción de ese grupo en su tiempo. La imagen de lo que sucedió me persigue, y la idea de que Biagio sepa la verdad me aterra.

Me aferro a mi silencio, mientras él sigue hablando, ajeno a la tormenta que se agita dentro de mí

Se vería muy mal si se lo dijera, por donde lo mire. La idea de inventar una excusa sobre una urgencia familiar me parece ridícula.

¿Qué hago? ¿Qué le digo?

—Lea —me llama Biagio, sacándome de mi trance—. ¿Pasa algo?

Observo cómo deja de lado su conversación con Bogdan, como si pudiera leer mi mente y supiera que algo no anda bien. Finjo que todo está en orden.

—Nada, ¿por? —respondo, tratando de sonar despreocupada.

—Estás inquieta —dice, su voz baja y preocupada.

Posa su mano en mi pierna, deteniendo el movimiento constante que choca contra la suya. Ni siquiera me había dado cuenta de que lo hacía. Lo miro y sonrío, aunque la sonrisa se siente forzada.

—Perdón, es que... —me interrumpo, sin saber cómo continuar. Justo en ese momento, Milo aparece delante de nosotros.

—Lamento interrumpir. Jefe, necesito un momento. Su tío acaba de mandarme unas indicaciones que requieren su atención.

Antes de que Biagio pueda decirme algo más, le hago una seña para que se vaya sin problemas.

Él me mira con una advertencia silenciosa, como si dijera que cuando regrese, tengo que terminar lo que tenía que decirle.

Se va con Milo hacia el ascensor, y los dos desaparecen juntos en un instante.

Levin se queda aquí, encargado de todos nosotros, después de dejar de beber para estar pendiente de la situación.

Traición LetalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora