Biagio.
Estoy inmerso en un sueño en el que vislumbro a Celestine.
Este día es un puto tormento, desde el momento en que me levanto hasta que vuelvo a cerrar los ojos.
Nunca me he sentido culpable de nada en mi vida, pero sí inútil. Inútil cuando no pude salvar a Celestine, no solo de su infierno personal, sino de esa enfermedad que la devoró día tras día.
Desde ese instante, tomé una decisión: nadie morirá naturalmente mientras yo tenga el poder para evitarlo.
No me mortifico, como no lo hice con Flavio cuando murió. Su ausencia es un hoyo profundo que anida en lo más recóndito de mi ser, un órgano que me mantiene vivo pero que carece de sentimientos. Sin embargo, no es un peso que me aplaste cada día.
Entiendo que la vida es así, que la muerte es inevitable y que todos, en algún momento, iremos a parar a ese lugar. Incluyéndome a mí. Aun así, hay algo que me impulsa a vivir más de lo que debería.
Busco a esa mujer que me está desquiciando. Su sola presencia me sorprende, cada gesto y cada palabra la convierten en un enigma que no puedo resolver.
Palmeo la cama, buscando tocar su piel suave, inhalar su fragancia de esas mierdas frutales que le quedan de puta madre. Pero no ocurre nada.
Me levanto de golpe, encontrándome solo en la cama. La soledad es un eco que resuena en la habitación vacía.
Antes de agarrar mi teléfono, sintiéndome como un jodido enfermo, noto que la ventana está abierta. La cortina se mueve con la corriente de aire, y allí la veo, como una aparición.
Busco en mi cajón un par de bóxer, me los pongo rápidamente, y, así como estoy, me dirijo al balcón.
Cuando salgo, el aire me golpea con fuerza y el humo del cigarro me envuelve.
Mellea está allí, envuelta en una ligera bata de seda, de pie en puntillas, recargada sobre el barandal, observando el cielo estrellado.
Fuma, absorta en sus pensamientos, y al verla iluminada por la luz de la luna, todo cobra sentido.
Nunca había permitido que nadie irrumpiera mis barreras. Nunca me había abierto con una mujer de esta manera. Jamás pensé que me sentiría, por así decirlo, bien al contar mis experiencias de niño.
Mellea es todo lo que necesito y deseo en mi vida. Lo reconozco con una certeza que no puedo negar; no hay poder humano que me haga cambiar de opinión.
Ahora entiendo lo que Enzo me decía.
Me acerco a ella, y salta ligeramente cuando la tomo de la cintura.
—Me asustaste —susurra con voz suave.
—¿Qué haces aquí? —pregunto, seco como siempre.
—Nada —responde, intentando sonar tranquila—, solo tomando aire fresco.
—Mmm —no le creo, pero no insisto.
Ella se queda callada, mirando hacia el frente, como si el horizonte pudiera ofrecerle respuestas.
—La noche está deliciosa —dice al fin, y la brisa parece susurrar entre nosotros.
—Como tú —acerco mi nariz a su cuello, el aroma de su piel es embriagador.
—Biagio —chilla mi nombre con una sonrisa, sabiendo a lo que me refiero—, hombre, ¿es que no te cansas?
—De ti y de tu culo, jamás —le respondo, mis palabras son un desafío y una promesa.
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Traición Letal
RandomEl linaje es algo inevitable de corromper porque tiene que seguir, pero todo cambia cuando se involucra la traición y eso es algo que tiene que pagarse, ya que nunca quedará impune, mucho menos en esta historia. Mellea ya ha perdido bastante, desde...