Capítulo 29 - Una relación.

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Mellea.

La oscuridad me quiere absorber. Sin embargo, lucho contra ella cuando los ruidos exteriores son cada vez más fuertes.

De primero no me puedo mover, percibo mi cuerpo pesado como si estuviera clavado en el suelo y los oídos me zumban.

Como puedo medio abro los ojos, siento como si todo me diera vueltas y la punzada en mi cabeza se intensifica.

Me tomo unos preciosos segundos para recobrar la conciencia. La habitación yace en ruinas a mi alrededor, testigo mudo de la violenta explosión que acabo de sobrevivir.

Mis sentidos se agudizan mientras me incorporo dolorosamente a gatas, sintiendo cada músculo y hueso protestar por el esfuerzo. Una punzada aguda en mi costado derecho, cerca de la pelvis, y un dolor sordo en la parte baja del abdomen me recuerdan que no estoy ilesa.

Al palpar la zona afectada, mi mano se mancha de sangre y mi pulso se acelera al descubrir un trozo de vidrio incrustado en mi carne. El dolor se intensifica a medida que intento ponerme de pie, y no puedo evitar maldecir en voz baja.

La idea de dejar el fragmento dentro de mí me aterra; sé que debo sacarlo cuanto antes para evitar mayores daños. Respiro hondo, preparándome para el dolor que sé que vendrá.

Cuento mentalmente hasta tres y arranco el objeto de un tirón, sintiendo cómo la carne se desgarra. Un grito de agonía escapa de mis labios al ver el vidrio ensangrentado en mi mano, y lo arrojo lejos, sin importarme dónde caiga.

La herida empieza a sangrar profusamente, el dolor es insoportable. Presiono con fuerza mi mano sobre ella, luchando contra la marejada de dolor que amenaza con hacerme desfallecer.

—¡Jefa! ¡Jefa! —escucho la voz desesperada de Anja llamándome, mientras sus pasos se acercan apresuradamente.

—¡Jefa, maldita sea! —exclama Anja al verme en el suelo, incapaz de ponerme de pie por mi cuenta—. ¡Ayúdenme a levantarla!

Siento unos brazos fuertes rodearme, levantándome con cuidado desde el lado menos herido. La oscuridad amenaza con cerrarse a mi alrededor, pero me aferro a la consciencia mientras me dejan en pie, apoyada en los hombros de mis compañeros.

—Se pondrá bien señorita Mellea —me da ánimos Levin y veo a Milo que me sostiene del brazo sin acercarse a mi herida sangrante.

Camino dos, tres pasos y me quejo del dolor.

—Le está doliendo —se queja Anja— ¿Qué no ven?

Milo suspira y me levanta del suelo, cargándome.

—Mi glock Anja —murmuro suplicando.

Ella asiente y regresa rápidamente al lugar, al poder ver todo con más claridad, paso saliva.

Pude a ver muerto, a nada estuve de hacerlo.

Milo me carga hasta la salida, donde Natia y Eyra se acercan a mí con expresiones de preocupación.

—Joder, ¿jefa, qué te pasó? —pregunta Natia, con la voz llena de inquietud.

—He tenido mejores días —respondo, sin dejar de hacer presión en la herida.

—Voy a llamar a Tai para que nos reciba con lo necesario.

Apenas percibo lo que sucede a mi alrededor mientras me colocan cuidadosamente en la camioneta. Los demás se acomodan a mi alrededor y emprendemos el camino de regreso.

Milo permanece atento a mi lado, junto con Natia, y noto que tiene manchas de sangre en su antebrazo izquierdo. ¿Cómo es posible si ni siquiera me tocó la herida?

Traición LetalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora