Capítulo 10 - El arte de seducir.

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Mellea.

Al regresar al salón principal, nos encontramos con el caos que Sihana había mencionado: hombres envueltos en peleas, mientras una multitud intenta calmar a sus respectivas parejas.

Besnik identifica a varios de sus colegas involucrados en la trifulca, pero le hago saber que no es prudente que nos involucremos. Estamos algo ebrios, no somos ajenos a enfrentamientos de mayor problema, y lo más importante, deseo evitar cualquier conflicto con mi futuro suegro.

Sin embargo, el alcohol parece haber exacerbado su valentía, ya que está a punto de sumarse a una de las riñas, y me resulta difícil contenerlo y calmarlo.

—¡Hermano, vámonos ya! —exclama Sihana con firmeza, obligándolo a ceder y acompañarnos hacia la salida.

Al menos algo positivo ha surgido de esta noche.

Me uno a Besnik y mi cuñada en el camino hacia la salida, donde Bonnie, Oliver y los ushtarët nos esperan con la camioneta lista para partir.

Al subir junto a Besnik, la pesadez de la conciencia por lo que estuve a punto de hacer se hace presente. Cuando me arrincona en la esquina y su mano se desliza hacia mi pierna en un intento de buscar intimidad, detengo el avance, transmitiéndole con la mirada que su hermana está a su lado.

Se detiene, evitando cualquier imprudencia en su presencia, aunque sé que probablemente retomará sus avances una vez que estemos a solas en su habitación.

Al llegar, las cosas podrían tomar un rumbo diferente.

Abro la ventana y dejo que el aire fresco me golpee el rostro, despertándome de golpe y devolviéndome la conciencia. La brisa me aclara la mente y, con ello, me doy cuenta de la cruel verdad: la forma en que besé, toqué y deseé a Besnik, fue solo porque estaba alucinando, imaginando que era Biagio quien estaba allí.

Me siento terriblemente mal por él. Besnik no merece que tengamos sexo mientras mi mente está atrapada en otro hombre. No es justo para él; no es mi premio de consolación ni mi plato de segunda mesa.

Decido en ese instante que no me acostaré con Besnik. Al menos, no hoy, no hasta que aclare mi realidad y mis sentimientos.

La verdadera pregunta ahora es: ¿Cómo me libraré de esto? Después de todo, fui yo quien insinuó con todas mis acciones y palabras que quería que folláramos.

Me golpeo mentalmente y tengo una batalla interna durante todo el camino, tratando de decidir qué decirle.

«Oh, no, Besnik, no podemos acostarnos porque cada vez que me tocas pienso en mi ex amante, Biagio, que, dicho sea de paso, es mi enemigo y el hombre que amo.» «Genial, premio Nobel, Mellea.» No, no, mejor: «Besnik, lo siento, es que estoy en mis días y no quiero mancharte.» Poco creíble. Podría usar la clásica: «No eres tú, soy yo.» «Sí, yo y mis estúpidas ganas de desear a otro.»

Estoy tan inmersa en mi pelea interna que no noto que la camioneta ha dejado de avanzar hasta que Besnik me llama.

—Preciosa —dice, sacándome de mi trance— ya llegamos.

Todos se bajan, y yo contemplo la idea de quedarme en la camioneta hasta que amanezca. Pero mi prometido lo estropea cuando me ofrece la mano para seguirlo.

Ni siquiera me da tiempo de llamar a Oliver o a Bonnie para que me salven cuando me bajo y ellos se alejan rápidamente para regresar a sus puestos de la noche.

Veo a Besnik, ansioso, ni siquiera se despide de su hermana mientras subimos a su habitación en cuanto pisamos la casa. Mi corazón late desbocado y una sensación de culpa me invade. ¿Cómo puedo ser tan cobarde y tan cruel al mismo tiempo?

Traición LetalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora