Capítulo dos

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La palabra ''MATAR'' me había golpeado de tal manera que aún después de volverme a poner la camisa y ocultar el grabado en mi brazo, seguía igual de intacta e corpórea en mi mente como si la tuviese frente a mis ojos.

De acuerdo, no tenía idea de quien era, pero mi instinto me decía que no una asesina. No iba a matar, menos si me lo ordena el que me puso aquí. No iba actuar de sicario de nadie.

Además, ¿Quién rayos era Minho? ¿Cómo iba a matar a alguien que no conocía? Sin contar el obvio hecho de que me encontraba totalmente sola en este lugar, sin puertas o ventanas visibles.

Observe con detenimiento, nuevamente, las altas paredes de vidrio, que iban desde el suelo acolchado hasta el techo, también de vidrio. Mi reflejo me devolvió la mirada desde arriba, con mi expresión de frustración plasmada en él.

No fue consiente de cuánto tiempo paso, de cuánto tiempo estuve sentada o caminando, examinando los espejos, tratando de recordar algo. Solo sé que en algún momento determinado un cansancio sobre natural me embargo y el sueño comenzó arrastrarme.

En algún momento me dormí y para cuando desperté me di cuenta que lo malo recién estaba comenzando.

El mismo ruido que había escuchado la vez anterior que se asemejaba a una sirena de incendios volvió a despertarme. No tuve tiempo de espabilarme o tan solo de pararme para cuándo y en un cerrar y abrir de ojos, la pared espejo que tenía frente a mí se comenzó a deslizar a un lado y de su espesura negra emergió una figura que a trompicones entro a la habitación, para luego en un burdo intento de mantener el equilibrio caerse de bruces al suelo acolchado. Me incorporé de un salto, saliendo de mi estupor. La pared espejo había vuelto a la normalidad y aquella figura se retorcía desesperada. Me fijé en él. Era un chico. Amordazado y atado de manos y de pies.

Esperé a que dejara de intentar sentarse o lo que sea que estaba tratando de hacer tan furiosamente. Ahora solo emitía ahogados murmullos desde el suelo.

Tomé aire, mirándolo con recelo. Me acerque a él aparentando ser más valiente de lo que me sentía.

-Te sacare eso de la boca si prometes responder mis preguntas. —Dije.

El chico permaneció en silencio. Supuse que en un tonto acto de rebeldía en el que trataba de salvar algo de dignidad.

-O puedes permanecer así por siempre, tú eliges.

Me había dado la vuelta para volver a la esquina en donde había estado contemplando todo cuando el chico emitió un ahogado murmullo, que tomé como su manera de acceder al trato.

Me arrodille junto a él, quien permaneció tensó mientras quitaba la mordaza de su boca. Cuando la retiré, dio un largo suspiró seguido de varios tosidos y resoplidos.

Mientras esperaba pacientemente a que se calmara, me dedique a especular. Me habían ordenado matar a alguien que no conocía, estando completamente sola y sin armas para hacerlo. Luego había aparecido él, maniatado, sin maneras de defenderse. Así que apenas llegue a la conclusión de que ya no tenía más energías para seguir resoplando, volví a dirigirme a él.

La Recluta A-0. PRUEBA DE FUEGO. [Terminada].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora