Capítulo treinta y ocho.

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Con una mano temblorosa levante la vara del suelo. Miré a Minho, quien me devolvió una mirada de pura incredulidad. 

-¡Y yo que había perdido la fe!—Exclame. Me esforzaba en sonar sarcástica, pero mi voz rayaba la histeria.—¿Quién necesita un búnker? ¡Tenemos una vara! 

-No es gracioso.—Tercio Minho. 

-Cuidado con lo que dices.—Repliqué, levantando la vara por sobre mi cabeza.—Tengo la Vara del poder. 

Con furia contenida tiré la vara al suelo, resistiendo la tentación de pisotearla y romperla en mil pedazos. Los Habitantes que iban llegando se reunían en torno a la vara y la examinaban con similares expresiones de aturdimiento o ira. Evite especialmente la mirada de Luke, no me sentía capaz de ver su decepción o de que comenzara a reprocharme y cuando se me acercó encontré la excusa perfecta para evitarlo. 

A unos pocos metros de distancia, por la dirección de donde veníamos nosotros, tres figuras se acercaban velozmente. Minho se separó del grupo para ir a recibirlos y yo lo imité. Se trataba de Thomas, Teresa y Aris. No pude extrañarme por mucho tiempo por aquel particular trío, ya que apuraron el paso y en menos de un minuto ya se unían a nosotros. 

-¡Qué holgazanes!—Les gritó Minho. Sí él estaba igual de extrañado que yo lo disimulaba muy bien.—¡Ya era hora de que nos alcanzaran! 

Thomas derrapó justo frente a Minho. Se agachó por unos segundos para recuperar el aliento y luego se volvió a enderezar.

-Pensé que se estarían peleando a brazo partido con esas chicas después de lo que nos hicieron.—Resolló Thomas, mirando por encima de nuestros hombros a las chicas del grupo B.—O al menos a mí. 

-Sí y tú vienes con esa.—Le espete, mirando con repugnancia a Teresa que iba a su lado.—¿No vienes con tu fiel lanza? 

-Nunca confíe en estos mierteros.—Masculló Minho. Aris se removió, incómodo. 

-Están de nuestro lado.—Intercedió Thomas.—Confíen en mí. 

Minho lanzó una carcajada sarcástica, dirigiéndome una mirada cómplice de exasperación. 

-Imaginé que dirías algo así.—Dijo Minho, volviendo su mirada a Thomas.—Déjame adivinar, ¿Es una larga historia? 

-Una muy larga.—Contestó Thomas.—Bueno, ¿Por qué se detuvieron todos? ¿Que están mirando? 

Con gesto teatral, casi cómico, Minho se apartó hacia un lado mientras extendía el brazo detrás de él. 

-Véanlo ustedes mismos.—Exclamó. Luego, dirigiendo una mirada hacia los demás, que seguían agrupados alrededor de la vara, añadió.—¡Chicos, abran paso! 

Varios Habitantes y unas chicas giraron las cabezas y luego con lentitud se movieron a un costado hasta que se abrió un sendero estrecho: Thomas, Teresa y Aris enfilaron por él y se detuvieron al lado de la Vara. Aunque estaban de espalda a mí pude intuir la consternación de sus rostros. Les tomó un par de minutos recuperarse del aplomo inicial, al final, Thomas dejó de observar la vara y se volvió a nosotros. 

-De modo que este es el refugio.—Dijo.—Una vara. 

-Si lo piensas, no estuvo tan mal.—Dijo Minho.—Más de la mitad de nosotros logró llegar. Y del grupo de las niñas parece que aún son más. 

-¿Acaso la Llamarada te volvió loco?—Le rugió Thomas. La furia que noté estaba tratando de sosegar comenzaba a emanar de él.—Sí, llegamos sanos y salvos a una vara. 

La Recluta A-0. PRUEBA DE FUEGO. [Terminada].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora