La Recluta A-0. PRUEBA DE FUEGO. [Terminada].

Capítulo cuarenta y dos.

No fue necesario que alguien diera el aviso. Sin abrir la boca para emitir sonido alguno, o si quiera intercambiar una mirada, saltamos de las capsulas y corrimos hacía el berg. 

La lluvia complicaba un poco las cosas, había ablandado el terreno y además nos empañaba la vista. Los truenos seguían azotando el cielo y era consiente de los rayos que estallaban en todas direcciones. 

De reojo vi como los demás salían atropelladamente de sus capsulas y emprendían la frenética carrera. 

De pronto, arrastrándose pesadamente desde el extremo derecho del vehículo, doce de aquellas criaturas hicieron su aparición, con la intención de bloquearnos el paso. Sus cuchillas estaban empapadas de lluvia y unas tenían siniestros rastros de sangre. Todos ellos tenían menos de la mitad de sus focos resplandecientes en buen estado, lo que hacía que sus pasos fuesen cada vez más lentos y torpes, pero conservaban su aspecto aterrador y amenazador. Una explosión de ira invadió mi cuerpo al notar que la gente dentro del Berg no hacía más que observar.

—¡Pasemos por entre ellos!—Aulló alguien. 

Con pánico recordé que no traía ningún arma conmigo. Intercambie una mirada con Minho, enseñándole mis manos vacías. Con una mirada rápida a mi alrededor comprobé que no era la única en esa situación. Minho mascullo algo que no logre oír, pero me pareció que era una maldición.

—¡Los que tengan armas iremos adelante!—Gritó luego. 

Alarmada vi como un grupo reducido de nosotros se iba a la cabeza del grupo, levantando las armas por sobre sus cabezas. Newt, Minho, Thomas, Sarten, Teresa, eran unos de los cuantos armados que se presentaron en el frente. 

A medida que nos acercábamos a las criaturas y por ende al Berg, trate de vaciar mi mente de toda preocupación. Deje a un lado el miedo, el terror. Me concentré en que debía evitar aquellas cosas, correr con fuerza y subirme al Berg, pues ese era el objetivo y que no podía hacer nada para ayudar a los que iban a despejarnos el camino, los que harían el trabajo sucio. 

La lluvia caía con mas fuerza que nunca, el cielo había oscurecido, el barro se formaba bajo nuestros pies y nos hacía resbalar, casi no podía distinguir quien era quien. 

-¡AHORA!

Un rayo cayó cerca del Berg, iluminándolo todo. Los de la primera linea del frente se abalanzaron sobre las criaturas, haciendo estallar cuanto foco encontraban. Los que íbamos detrás rodeamos el área de combate y seguimos la carrera. Había localizado la escotilla, me dirigía a ella, cuando algo captó mi atención. 

Sentí un repentino empujón, un chico había colisionado conmigo porque me había detenido repentinamente, pero no me importo. Deje que me adelantara sin si quiera darle un vistazo. 

Justo a unos metros de mi posición Minho batallaba con una criatura, pero algo andaba mal. 

Minho esquivaba a duras penas los intentos de la bestia por rebanarle la cabeza y no dejaba de trastrabillar. De pronto, la criatura soltó un espantoso alarido, seguido de una estocada certera que dio justo en la mano con la que Minho sostenía su espada. La espada salió despedida de la mano de su propietario, lejos de su alcance. 

Provisto de su única defensa, Minho vaciló, alejándose cuanto pudo de la criatura. Sus ojos iban de un lado a otro, buscando frenéticamente una vía de escape. 

Era cosa de segundos para que la criatura se cerniera sobre él o de que Minho tratase de escapar, cosa en lo que supe al instante que fracasaría, porque estaba cansado, le dolía la mano y una de sus piernas sangraba. 

No tuve tiempo de liar un buen plan, ni si quiera tuve tiempo suficiente para idear uno; pero en menos de lo que tardaba una persona en pestañear, ya me encontraba corriendo hacía él.